Tribuna:

Un repliegue ordenado

Alfonso Guerra convirtió ayer un repliegue ordenado en un desfile de la victoria. La brillante maniobra táctica que deja al vicesecretario general del PSOE en una posición política sensiblemente mejor de lo que deseaban sus poderosos adversarios es tanto fruto de su coraje, tenacidad y habilidad negociadora como del desorden, impericia y espíritu pusilánime de sus rivales políticos.Guerra ha sabido darle, además, el toque escénico adecuado a todos los actos que se han desarrollado durante tres días las espaciosas salas y los largos pasillos del Palacio de Exposiciones y Congresos. El suspense ...

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Alfonso Guerra convirtió ayer un repliegue ordenado en un desfile de la victoria. La brillante maniobra táctica que deja al vicesecretario general del PSOE en una posición política sensiblemente mejor de lo que deseaban sus poderosos adversarios es tanto fruto de su coraje, tenacidad y habilidad negociadora como del desorden, impericia y espíritu pusilánime de sus rivales políticos.Guerra ha sabido darle, además, el toque escénico adecuado a todos los actos que se han desarrollado durante tres días las espaciosas salas y los largos pasillos del Palacio de Exposiciones y Congresos. El suspense (no se sabía si aceptaría integrarse en la ejecutiva), la tensión (se oponía a la presencia de según qué compañeros), el drama (la ruptura de las negociaciones parecía inevitable) y el acuerdo (la ejecutiva le parece equilibrada) se sucedieron con el ritmo y la precisión de una buena comedia. Y como broche final, su aparición pública tras la fumata blanca. Su descenso de los despachos donde se cocinó durante la larga madrugada el acuerdo, rodeado de periodistas, fotógrafos, cámaras de televisión, quedará en las retinas de muchos delegados y periodistas como la imagen más intensa de este congreso. Guerra sonreía desde lo alto al cuarto poder que lo cercaba y tenía un punto de ironía, incluso de sarcasmo, en los ojos.

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Sin embargo, sería engañoso pensar que quien cede terreno, pierde posiciones, gana la guerra. Lo que ha hecho Guerra es salvar su vida política, reagrupar a sus fuerzas y colocarse en una posición que le permitirá dar nuevas batallas. Es indudable -y los rostros desolados de muchos socialistas renovadores lo expresaban ayer en la sesión de clausura del congreso- que el guerrismo ha salido reforzado como tendencia del 33º Congreso Federal. Pero en esta victoria táctica está también su debilidad, ya que Alfonso Guerra es ya, oficialmente, cabeza de una corriente, poderosa pero minoritaria, de un partido que se orienta hacia las mayorías. Compañero de Guerra en este largo pulso -posiblemente sin desearlo- ha sido José María Benegas, que ha demostrado, una vez más, que es un negociador duro y un buen conocedor de la cultura de una organización que valora la solidaridad interna y el patriotismo de partido.

Pero el destino de estos dos políticos no puede ocultar el ascenso y ocaso de diversas estrellas en el horizonte político socialista, que preside, distante, Felipe González, tan alérgico, como siempre, a los enfrentamientos internos.

El papel de liderazgo desempeñado por Juan Carlos Rodríguez Ibarra, Joan Lerma o Carlos Solchaga en estos últimos días revaloriza su imagen y su peso político en el partido. Otros, como, por ejemplo, Joaquín Leguina, que se distinguió en las jornadas previas al congreso por intentar aportar munición ideológica a la ofensiva renovadora, ha conocido en sus propias carnes que, en contra de lo que decía Felipe González, los silencios tácticos pueden ser más rentables que las declaraciones claras y contundentes.

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