La mujer y sus ocho hijos vivían en un pequeño piso con 33 perros y 7 gatos

Una casa de 45 metros cuadrados acogía a 9 personas, 33 perros y 7 gatos. Hasta que anteayer la Policía Municipal desalojó a los animales, tras atender las quejas de los vecinos del edificio (calle de la Joyería, barrio de San Blas). Con una orden judicial en mano y mascarillas en la cara, los agentes se llevaron a los animales, "absolutamente plagados de sarna" a la perrera de Tres Cantos. En la casa olía a muerto.

"Lo que pasa es que hay mucha gente que dice que ama a los animales y luego es mentira", contestó a este periódico una joven detrás de la puerta cerrada del segundo piso de ...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Una casa de 45 metros cuadrados acogía a 9 personas, 33 perros y 7 gatos. Hasta que anteayer la Policía Municipal desalojó a los animales, tras atender las quejas de los vecinos del edificio (calle de la Joyería, barrio de San Blas). Con una orden judicial en mano y mascarillas en la cara, los agentes se llevaron a los animales, "absolutamente plagados de sarna" a la perrera de Tres Cantos. En la casa olía a muerto.

"Lo que pasa es que hay mucha gente que dice que ama a los animales y luego es mentira", contestó a este periódico una joven detrás de la puerta cerrada del segundo piso de la calle de la Joyería, número 6, que tiene cuatro plantas en total.Otra mujer de voz más madura, y más alejada de la puerta, gritaba desde el interior de la vivienda: "¡Que se vaya, dile que se vaya o la voy a liar, mira que la mato", entre numerosos insultos. Evidentemente afectados, los inquilinos de la vivienda que ayer ya exhalaba un penetrante olor a zotal no quisieron hacer ninguna declaración, ni siquiera a través de la puerta cerrada.

Según la policía, los vecinos denunciaron ante la junta municipal del distrito las molestias y malos olores que desprendía el hacinamiento de animales. Los servicios municipales entraron en la vivienda para llevarse a los animales, desinfectar y desinsectar el piso. Después advirtieron a la familia que en 24 horas no podían entrar en la casa (recomendación que fue seguida).

La vecina del bajo derecha dijo con cara de circunstancias que no tenía nada que decir, que no sabía nada del asunto y que estaba enferma, señalando su indumentaria: bata de guata azul vivo y zapatillas.

"Como una fiera"

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

La del cuarto, que llegaba de comprar el pan, susurró su versión de la historia mientras vigilaba que nadie la viera. "Está como una fiera, yo creo que no está bien de la cabeza, pero esto no se podía aguantar más; vivían todos ahí, revueltos, la madre, los hijos, los perros, los gatos. No, no es que sea viuda, es que el marido creo que duerme en la calle la mitad de los días".

Y explicó: "Al principio metieron a una pareja de chuchos, o tres, y se conoce que se liaron entre ellos y fueron haciendo más perros y pariendo, a la vista de los niños y todo; era asqueroso, es que no se podía aguantar".

Según esta vecina, y a juzgar por el aspecto que ofrecían los animales, ni los perros ni los gatos pisaban la calle. "Claro, como no los sacaban, se lo hacían todo en la casa, ¡imagínese usted cómo olía aquello, y mi casa, y la de todos los vecinos!".

Según explicó la responsable del servicio de veterinaria del laboratorio municipal, María Luisa Conti, en la perrera de Tres Cantos, a la que fueron trasladadas las fieras nunca se habían visto animales tan fuertemente parasitados".

"Están afectados de sarna en una situación límite, y aunque se les está sometiendo a un tratamiento antiparasitario, seguramente habrá que terminar sacrificándolos". Según esta especialista, el caldo de cultivo de estos parásitos es la falta de alimentación y unas condiciones ínfimas de higiene.

Archivado En