Cartas al director

Museo Delicias

Mi hijo de tres años dice que es maquinista. Ya distingue una lo comotora de electricidad de una Diesel y, por supuesto, las máquinas de vapor. Desde hace un año vamos al museo del Ferrocarril, en Delicias. Allí recorre los andenes una y otra vez sin fatiga alguna; sube a la máquina de vapor (echa humo y tiene sonido real a través de un altavoz); sube a la locomotora Marilyn -así llamada en honor a Marilyn Monroe, pues llegó en los años cincuenta de América-; sube a la locomotora eléctrica denominada cocodrilo por su color verde y su forma de reptil; se come los ganchitos ...

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Mi hijo de tres años dice que es maquinista. Ya distingue una lo comotora de electricidad de una Diesel y, por supuesto, las máquinas de vapor. Desde hace un año vamos al museo del Ferrocarril, en Delicias. Allí recorre los andenes una y otra vez sin fatiga alguna; sube a la máquina de vapor (echa humo y tiene sonido real a través de un altavoz); sube a la locomotora Marilyn -así llamada en honor a Marilyn Monroe, pues llegó en los años cincuenta de América-; sube a la locomotora eléctrica denominada cocodrilo por su color verde y su forma de reptil; se come los ganchitos que compramos en el vagón-bar y aguanta los pases del vagón-vídeo: la electricidad, la máquina eléctrica, la máquina Diesel, la restauración de trenes, en fin, algunos pases de vídeo duran 40 minutos y mi hijo los aguanta sin pestañear y preguntando qué lleva ese tren y ése y ése... No deja de sorprenderme, pues en casa no aguanta ni cinco minutos viendo dibujos animados. Más tarde, pasamos a la sala de las maquetas: Chamartín, Hanburgo, etcétera, donde los trenes diminutos echan a andar durante 30 minutos. A mi hijo le encantan los trenes y tiene en casa cuatro trenes y un AVE que viene con los Reyes.Desde septiembre éste es nuestro recorrido todos los sábados y domingos. Mi hijo ya conoce la máquina del Talgo, la Diesel, la Tag... Hoy, sin embargo, para mi sorpresa, leo en EL PAÍS del 22 de diciembre de 1993 que "se han visto obligados a cobrar la entrada: 400 pesetas los adultos y 200 pesetas los niños". Antes, incluso, de la orden ministerial. ¡Qué abuso! Por qué no utilizan bien el presupuesto, con imaginación, por ejemplo. Un museo nunca debiera ser de pago. Cunde el ejemplo del museo Thyssen. Qué pena.-

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