Tribuna:

Yo, del noreste

Ser del noreste, ¡qué felicidad!Imaginaos un lugar como ése: sin controles de carretera, "máquinas que generan odio y rechazo", según el señor Egíbar; sin excepciones culturales; sin la necesidad de afrontar cada día una nueva negociación sobre "el giro autonómico"; sin "ese poderoso agente de perturbación que pueden ser las lenguas", tal como cuenta el señor Lázaro Carreter, a quien la Generalitat va a darle el Premio Blanquerna por tolerante. (¡Ah!, en el noreste, la tolerancia nunca se premiaría, como no se premia en la mili el valor).

A los habitantes razonables de aquello qu...

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Ser del noreste, ¡qué felicidad!Imaginaos un lugar como ése: sin controles de carretera, "máquinas que generan odio y rechazo", según el señor Egíbar; sin excepciones culturales; sin la necesidad de afrontar cada día una nueva negociación sobre "el giro autonómico"; sin "ese poderoso agente de perturbación que pueden ser las lenguas", tal como cuenta el señor Lázaro Carreter, a quien la Generalitat va a darle el Premio Blanquerna por tolerante. (¡Ah!, en el noreste, la tolerancia nunca se premiaría, como no se premia en la mili el valor).

A los habitantes razonables de aquello que en los tiempos poéticos se llamó Barcelona, el Ministerio de Comercio acaba de proporcionarnos una inmensa alegría. En su campaña de promoción turística internacional, y aludiendo al lugar de Gaudí y del joven Picasso, como el noreste -secamente- nos ¡dentifica.

Yo no encuentro razones más que para la satisfacción. Sé que se alzarán altivas torres de palabras coronadas; que, ofendidos, mis fraternos colegas de latitud clamarán contra la anonimia, exigirán venganza, sentimentales y apasionados como son.

Pero yo, y a partir del día de hoy, del noreste, confiado y feliz.

Tuvo que ser alguien con prosa administrativa quien acabara dando solución a nuestro íntimo pleito de identidad, quien acabara dotándonos de un lugar mullido, neutro, licuado donde poder vivir sin el continuo quebranto de decir quiénes somos, de dónde venimos y adónde vamos. Tuvo que ser un ignoto personaje el que nos rescatara de la lírica para entregarnos a la meteorología.

En el dominio de las ¡sobaras, en el limbo cartográfico, ajeno al tiránico verso macilento, yo he encontrado, al fin, un lugar para vivir.

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