Tribuna:

El tono

Todo parece indicar que Madrid está a punto de retomar lo que los flamencos llaman el tono, un momento dulce en el que haga lo que haga el maestro le sale bien. Madrid gozó de esa magia hace años. Es lo que los franceses todavía se empeñan en llamar movida, con esa lamentable constancia para los esquemas y etiquetas que les caracteriza. Pues bien, la ciudad muestra ya todos los síntomas de haber superado los años de depresión colectiva. Una vez más el personal marca la pauta y anuncia su inminente recuperación muy por delante de expertos, profetas y agoreros.

Ciertamente son impr...

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Todo parece indicar que Madrid está a punto de retomar lo que los flamencos llaman el tono, un momento dulce en el que haga lo que haga el maestro le sale bien. Madrid gozó de esa magia hace años. Es lo que los franceses todavía se empeñan en llamar movida, con esa lamentable constancia para los esquemas y etiquetas que les caracteriza. Pues bien, la ciudad muestra ya todos los síntomas de haber superado los años de depresión colectiva. Una vez más el personal marca la pauta y anuncia su inminente recuperación muy por delante de expertos, profetas y agoreros.

Ciertamente son impresiones subjetivas, pero alejadas de cualquier voluntarismo infantil. Hay datos: basta acercarse a cualquiera de los muchos conciertos, fiestas, estrenos, bares o locales que se ofrecen para comprobar la enorme demanda de ocio y satisfacción que existe entre las gentes. Flamenco, jazz, Chavelas, clásicos, Almodóvares, Berlangas, presentaciones de libros, conferencias, espectáculos deportivos, un alarde de opciones simultáneas que se ven recompensadas con el "hay gente plato " de Rafael el Gallo.

Los domingos del Retiro -son ya un espléndido homenaje a la plaza de Yémaa el Fna

Por haber, hay hasta un edificio que se ha convertido ya en un baremo inestimable para medir el nivel cultural de la mayoría: la FNAC. En él tienen los sociólogos una fuente inagotable de información. Podrán saber semana a semana qué libros, discos o vídeos reclaman con mayor interés los miles de visitantes diarios que lo inundan. Son datos que complementan el perfil ciudadano, la carnaza espiritual.

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Si se acercan al teatro Albéniz, por ejemplo, coexistirán pacíficamente con punkis de boutique, aristócratas de las finanzas y burócratas enamorados: Chavela Vargas les une. Si asisten a la salas Revólver o Caracol o a Casa Patas podrán intuir mucho más que un cante o un toque; atisbarán una forma de entender la vida: más humana, más intensa y más auténtica. Si acuden a esa "catedral del proletariado", como se ha definido a la sala Aqualung, podrán oír a Willy de Ville, a Johnny Clegg o a Los Secretos actuando en el mismo e irrepetible decorado-síntesis del Manzanares y Las Vegas.

Los domingos del Retiro son ya un espléndido homenaje a la plaza de Yemaa el Fna. Cafés concierto, salas alternativas de teatro, salones de baile, el Rastro... Una ciudad que comienza de nuevo a salirse por los cuatro costados para uso y disfrute de quienes la frecuentan. Ya sólo falta que los franceses no insistan demasiado en lo de la nueva movida.

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