66 bosnios cumplen un año de resistencia en Leganés

Ayer cumplieron un año de estancia en el albergue Numancia, de Leganés, la única localidad madrileña que participa en el programa de ayuda de las organizaciones no gubernamentales. De los 105 refugiados bosnios que llegaron el 9 de diciembre de 1992, sólo permanecen en el antiguo colegio 66 (otros han hallado vivienda o han regresado a su país). Los que siguen, resisten en una situación difícil: no tienen trabajo ni comunicación con sus vecinos.

"Uno no puede vivir siempre como un parásito", dice Violeta Matovich. Refugiados y responsables del programa de acogida en Leganés (172.000 ...

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Ayer cumplieron un año de estancia en el albergue Numancia, de Leganés, la única localidad madrileña que participa en el programa de ayuda de las organizaciones no gubernamentales. De los 105 refugiados bosnios que llegaron el 9 de diciembre de 1992, sólo permanecen en el antiguo colegio 66 (otros han hallado vivienda o han regresado a su país). Los que siguen, resisten en una situación difícil: no tienen trabajo ni comunicación con sus vecinos.

"Uno no puede vivir siempre como un parásito", dice Violeta Matovich. Refugiados y responsables del programa de acogida en Leganés (172.000 habitantes) coinciden en señalar que el albergue Numancia tiene sus días contados. El alcalde de Leganés, José Pérez Ráez, del PSOE, ha señalado que se cerrará en enero. "Para conseguirlo", añade, "necesitamos la ayuda de la Comunidad y de otros municipios".El Numancia, un antiguo colegio alejado del casco urbano, a medio camino entre Leganés y Madrid, cumplió los objetivos asistenciales de los primeros meses. Al prolongarse la estancia, los objetivos cambiaron.

La familia Topcic dice que todavía no tiene futuro. El padre, Sead, es musulmán. Mirjana, la madre, es serbia. Su casa estaba en Brcko, al norte de Bosnia, un enclave de mayoría musulmana controlado por los serbios desde comienzos de la guerra y donde se ha ejecutado la limpieza étnica. Mirjana no puede contener las lágrimas cuando recuerda cómo fueron forzados a abandonar la vivienda; y Deno, su hijo pequeño, de 16 años, repite que algún día volverá para echar al serbio que ocupa su casa.

Leyla, la hija mayor, es uno de los ocho adultos del centro que ha encontrado trabajo. Estudiante de Económicas, ahora asiste en la casa de un militar. Ése es el trabajo de otras tres mujeres del centro; otra es dependienta y uno de los hombres se ha convertido en ayudante de mantenimiento.

Los bosnios del Numancia tienen una tarjeta de permanencia especial que al principio les negaba la posibilidad de trabajo y residencia. La situación se modificó este verano. Se ha abierto un plazo, que durará hasta octubre del próximo año, mediante el cual, si existe un precontrato pueden obtener el permiso de trabajo.

Violeta Matovich también trabaja. Propietaria de una tienda en Mostar, ahora limpia portales por 40.000 pesetas al mes. Se considera afortunada. A su cargo tiene a sus dos hijos y a su hermana. Su marido fue trasladado a Zagreb (Croacia) y su hermano mayor vive en un campo de concentración.

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El 70% de los refugiados de Leganés eran menores que este curso han sido escolarizados enel nivel que les corresponde. Los del Numancia acuden al colegio Ortega y Gasset y al instituto número 12. La coordinadora del centro intenta también la convalidación de los estudios realizados por los adultos.

Pese a que mayoritariamente el grupo optó por quedarse en España, tres familias decidieron regresar. Ha retornado, por ejemplo, la abuela que vino a España sólo para acompañar a su nieta.

También Milada ha vuelto a Belgrado (Serbia) con su hijo, y se ha reunido allí con su marido. Ha escrito al Numancia. En su carta señala: "España y el pueblo español ya pasaron a mi memoria. Son unos recuerdos muy bonitos..." "Ahora, otra vez tengo conciencia. Estos tiempos difíciles van a durar más".

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