Cartas al director

A la fuerza

Una mañana llegaron dos soldados a su puerta. De nada sirvieron los razonamientos ni los ruegos de sus familiares. Lo bajaron por la escalera y lo metieron en un furgón donde había otras personas como él. El miedo se reflejaba en sus rostros. Se los llevaron a la fuerza lejos de su hogar, de su familia, de sus amigos, a un sitio donde no querían ir. Tras un día de infernal viaje llegaron a un campo rodeado de alambradas. Los bajaron del camión y les formaron en fila. Les raparon la cabeza, los vacunaron como a ganado y les dieron el uniforme del campo. Les enseñaron dónde debían dormir y dónde...

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Una mañana llegaron dos soldados a su puerta. De nada sirvieron los razonamientos ni los ruegos de sus familiares. Lo bajaron por la escalera y lo metieron en un furgón donde había otras personas como él. El miedo se reflejaba en sus rostros. Se los llevaron a la fuerza lejos de su hogar, de su familia, de sus amigos, a un sitio donde no querían ir. Tras un día de infernal viaje llegaron a un campo rodeado de alambradas. Los bajaron del camión y les formaron en fila. Les raparon la cabeza, los vacunaron como a ganado y les dieron el uniforme del campo. Les enseñaron dónde debían dormir y dónde debían hacer sus necesidades. Planificaron todo su tiempo, a qué hora debían despertar, cuándo comer, etcétera. Debían obedecer totalmente a los hombres del campo. Si no obedecían en algo serían internados en celdas de castigo. Estaban confinados en ese campo y no podían salir.Les llevaron a un sitio al que no querían ir. Hicieron cosas que no querían hacer. Aprendieron cosas que no querían aprender. Aceptaron una ideología que no querían aceptar.

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¿Suramérica ... ? No, España. ¿Hace 50 años? No, en la actualidad. ¿Locura ... ? No, servicio militar-

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