Tribuna:

La crisis de Moscú

Los trágicos y tremendos acontecimientos que se suceden en Moscú son consecuencia lógica e inevitable de la irresponsable locura que ha presidido la conducta de ambos bandos. Visto a esta luz, era predecible -y de hecho lo predijeron muchos observadores capaces de enfrentarse a la realidad antes de verse arrollados por ella-. Es por esto por lo que debo decir directamente que es imposible tomar partido, porque ambas partes son responsables de lo que ha ocurrido y del terrible drama- que ha asolado Rusia. Su presidente, Borís Yeltsin, preparó el camino para la crisis con su exigencia de gestion...

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Los trágicos y tremendos acontecimientos que se suceden en Moscú son consecuencia lógica e inevitable de la irresponsable locura que ha presidido la conducta de ambos bandos. Visto a esta luz, era predecible -y de hecho lo predijeron muchos observadores capaces de enfrentarse a la realidad antes de verse arrollados por ella-. Es por esto por lo que debo decir directamente que es imposible tomar partido, porque ambas partes son responsables de lo que ha ocurrido y del terrible drama- que ha asolado Rusia. Su presidente, Borís Yeltsin, preparó el camino para la crisis con su exigencia de gestionar el poder personalmente. Sus oponentes llevaron la confrontación hasta la decisión irresponsable de asaltar el Ayuntamiento de Moscú y las oficinas centrales de la televisión, Ostankino, colocándose así fuera de la ley que proclamaban defender y que habían enarbolado como su bandera y como suprema justificación de su resistencia.De esta forma, sirvieron al pueblo ruso de la peor forma posible, traicionando la legalidad. Y han proporcionado al presidente Yeltsin un pretexto para culminar su ' lucha contra ellos de una vez por todas. Para mí, esto es otra enorme responsabilidad del presidente. De hecho, ayer tarde los focos principales de esta revuelta ya habían sido apagados, Ostankino recuperada, o nunca perdida, y la agencia Itar-Tass, también. Sólo quedaba la Casa Blanca. Y como ésta se encontraba en un estado de aislamiento político y militar, hubiera sido posible proponer una solución que evitara otro derramamiento de sangre. No había razón para precipitar las cosas e intentar tomar el edificio, añadiendo un trauma a otro y derramando aún más sangre. Pero Yeltsin eligió el asalto final al buscar una victoria que supondrá un enorme coste al país, a la democracia y para el resultado de la reforma. En primer lugar, porque se habrá alcanzado al implicar directamente al Ejército en la lucha y creando un peligroso precedente que promete tener serias consecuencias en el proceso de democratización y reforma. Se podría haber evitado y se debería haber evitado.

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Ahora, el peligro radica en la euforia de la victoria. Ésta difuminará los motivos reales y los problemas reales, que no son los problemas ficticios de enfrentamiento entre Parlamento y presidente, sino las condiciones en las que están decenas de millones de rusos dentro y fuera de las fronteras de la Rusia actual. Hoy, a la vista de lo ocurrido, hay aún más razones para creer en la reconciliación del país. Si ésta ha de llegar, verdaderamente tiene que ser tanto socialmente como entre as naciones e intereses que conforman el país. Las repúblicas, as regiones, los distritos autónomos deben ser convocados para asumir grandes responsabilidades en términos de gobierno, porque hoy son los únicos capaces de hacer frente al riesgo de desintegración. La autoridad central se ha visto muy seriamente comprometida y todo poder ha quedado deslegitimado. Lo que significa que deben convocarse inmediata y simultáneamente elecciones presidenciales y legislativas. No hay tiempo que perder.

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Mijaíl Gorbachov fue el último presidente de la URSS. Copyright La Stampa, 1993.

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