La curva fatal

En el comunicado de guerra que redactó personalmente Ferdinand Piëch el martes pasado faltaba algo: la dimisión de Juan Antonio Díaz Álvarez. La reunión del vorstand (comisión ejecutiva) de VW con Díaz Álvarez y sus colaboradores, en Wolfsburg, fue demoledora. Piëch humilló al presidente y director general y destrozó sus propuestas. Según Piëch, el nuevo plan presentado supone la repetición de lo que pasó entre junio y mediados de agosto: pasar de pérdidas previstas de 12.000 millones a 100.000 millones. El austriaco terminó por desmoralizar a la delegación española, con la guinda final...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

En el comunicado de guerra que redactó personalmente Ferdinand Piëch el martes pasado faltaba algo: la dimisión de Juan Antonio Díaz Álvarez. La reunión del vorstand (comisión ejecutiva) de VW con Díaz Álvarez y sus colaboradores, en Wolfsburg, fue demoledora. Piëch humilló al presidente y director general y destrozó sus propuestas. Según Piëch, el nuevo plan presentado supone la repetición de lo que pasó entre junio y mediados de agosto: pasar de pérdidas previstas de 12.000 millones a 100.000 millones. El austriaco terminó por desmoralizar a la delegación española, con la guinda final: informar a tumba abierta que el plan de Díaz Álvarez había sido rechazado. Pero a diferencia de la reunión del 14 de septiembre, en Barcelona, esta vez Piëch no bajó el pulgar en solitario: Ignacio López de Arriortúa le secundó. Superlópez ya ha escogido el hombre, un español, que será el sustituto final de Díaz Álvarez.Piëch quiere el mismo coraje político de Renault, cuando sus ejecutivos decidieron cerrar la planta de Billancourt, en las afueras de París. Esto es: dejar Seat (Landaben será propiedad directa de VW) en unas 9.000 personas desde los actuales 18.200 trabajadores (más 2.000 en regulación de empleo) que albergan Martorell y Zona Franca. Mientras Díaz Álvarez parece querer más capital fresco, Piëch no quiere inyectar un solo marco más en España. El proyecto de Amorebieta, en todo caso, Piëch lo quiere en Martorell, cediendo parte de Seat, porque sobre Zona Franca tiene otra idea: el cierre.

Más información

La colisión definitiva era inevitable. Piëch encarna la austeridad en el grupo Volkswagen, esto es, el esfuerzo por meter en cintura los costes en una empresa que pierde 400 marcos (32.000 pesetas) por Golf vendido. Entre otras cosas, la llegada de Piëch al grupo VW tiene como objetivo erradicar el estilo de Carl Hahn, el anterior presidente, que situó a Díaz Álvarez al frente de la empresa española como reconocimiento a su labor en las negociaciones VW-INI en 1986.

El cortocircuito estaba cantado. Piëch se concentra en bajar los costes mediante el avance por enfrentamiento en tanto que Díaz Álvarez embellecía los resultados y cuidaba el escaparate. El primero tiene a la prensa enfrente; el segundo mimaba a ciertas empresas periodísticas con esmero y generosidad.

Archivado En