Sólo 5.000 personas despidieron a Marcos

Los funerales por el dictador filipino Ferdinand Marcos, que se anunciaron majestuosos y multitudinarios, apenas reunieron en el villorio de Batac, 500 kilómetros al norte de Manila, a 5.000 idólatras del difunto. Antonio Pantaleón, que coció 1.300 huevos de pato confiando en las buenas ganas de un millón de asistentes, maldecía el fracaso. "He vendido sólo 50". El cadáver embalsamado del hombre que ambicionó gloria y honores póstumos de padre de la patria descansa en un mausoleo de la población donde creció y se hizo fuerte porque el Gobierno le niega honores de Estado en Manila. Marcos m...

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Los funerales por el dictador filipino Ferdinand Marcos, que se anunciaron majestuosos y multitudinarios, apenas reunieron en el villorio de Batac, 500 kilómetros al norte de Manila, a 5.000 idólatras del difunto. Antonio Pantaleón, que coció 1.300 huevos de pato confiando en las buenas ganas de un millón de asistentes, maldecía el fracaso. "He vendido sólo 50". El cadáver embalsamado del hombre que ambicionó gloria y honores póstumos de padre de la patria descansa en un mausoleo de la población donde creció y se hizo fuerte porque el Gobierno le niega honores de Estado en Manila. Marcos murió en Honolulú tres años después de su salida al exilio en 1986.El vicario castrense, general de brigada Domingo Nebres, uno de los sicarios castrenses durante las dos décadas de dictadura, desayuna huevos con jamón y arroz y sandía de postre, en una habitación de la vivienda familiar habilitada como sacristía. A diez metros, en el salón de la casona donde se ofició una animada misa de cuerpo presente, dos policías con fusil montaban guardia junto al féretro, mientras cientos de simpatizantes de pie y apretujados abarrotaban el recinto. Con zapatos de charol y uniforme militar de gala, el vicario recordó las comuniones diarias de Ferdinand Marcos durante los últimos ocho meses de su vida.

Imelda Marcos, la viuda, está ya en la capilla. Viste de negro y se toca con una mantilla. En segundos pasa del lloro o los pucheros a departir sonriente con su compañero de filas. Abanicada constantemente por unas servidoras a sus espaldas, mira con insistencia a los laterales, como buscando a alguien y presta poca atención a las palabras del vicario, que pide a todos un sincero examen de conciencia. En una silla, sin pestañear, perdiendo por momentos lucidez y salud, Pacífico Marcos, hermano de Ferdinand, mira al vacío. La senadora Leticia Ramos, hermana del presidente del Gobierno, Fidel Ramos, llegó más tarde en representación oficial.

El pasillo abierto a duras penas para franquear la salida de Imelda se estrecha a empujones porque todos quieren tocar a la señora y ofrecerle su pésame. Los 21 generales que sirvieron en las Fuerzas Armadas del antiguo régimen trasladaron ayer el féretro hasta una tribuna construida frente a la casona y retiraron la bandera nacional que cubría el ataud. La viuda estrechó la enseña contra su pecho y sollozó de nuevo, esta vez acompañada por sus hijas. Es mediodía y el sol achicharra. Ferdinand bong bong Marcos, hijo del dictador, pidió justicia para su padre.

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