Palabras poco premonitorias

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Alfonso Guerra no mostró especial clarividencia el 3 de noviembre de 1990. Ese día, el todavía vicepresidente del Gobierno reflexionaba ante los micrófonos de la SER y se resistía en público a reconocer que sus relaciones con Felipe González se estaban deteriorando. "Algunos", decía Guerra, - "quieren separar de la bondad de Felipe González la maldad de Alfonso Guerra. Son prebostes de la intelectualidad y de las grandes empresas. Yo los veo tan ridículos... Los veo como monaguillos de una iglesia inexistente, obsesionados, enfermos. Felipe y yo siempre hemos estado de acuerdo en las grandes líneas".Ha habido varios episodios en los que tanto González como Guerra se han debido sentir respectivamente decepcionados. El número dos socialista no daba crédito a que el secretario general nombrase hace dos años a un equipo de Gobierno distinto al que le había comunicado pocos días antes. Y menos a que, hace apenas un mes, propusiese a su mayor enemigo político, Carlos Solchaga, para presidir el Grupo Socialista.

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A su vez, Felipe González no daba crédito a que su número dos auspiciase o consintiese la votación en la ejecutiva del nombramiento de Solchaga. Con todo, para González fue mucho peor, según ha reconocido él mismo a varias personas, que llevara una segunda votación al grupo parlamentario y pusiera en riesgo la unidad del instrumento que debe sostener al gobierno durante cuatro años.

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