Cartas al director

¡Qué lástima! ¡Qué pena!

Todos somos testigos de las auténticas burradas urbanísticas que la especulación o la ignorancia disfrazada de desarrollismo han perpetrado en nuestra costas y muchas de nuestras viejas ciudades.Lamento constatar que ahora le ha llegado el turno de agresión paisajística ambiental al valle del Paular. El, hasta hace poco tiempo, bellísimo paisaje (las líneas de montañas en diferentes términos, los bosques, la silueta del monasterio con la torre de su iglesia, y un poco más allá, el contrapunto, de la torre y la iglesia de Rascafría) se ha visto alterado, mancillado y brutalmente agredido por un...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Todos somos testigos de las auténticas burradas urbanísticas que la especulación o la ignorancia disfrazada de desarrollismo han perpetrado en nuestra costas y muchas de nuestras viejas ciudades.Lamento constatar que ahora le ha llegado el turno de agresión paisajística ambiental al valle del Paular. El, hasta hace poco tiempo, bellísimo paisaje (las líneas de montañas en diferentes términos, los bosques, la silueta del monasterio con la torre de su iglesia, y un poco más allá, el contrapunto, de la torre y la iglesia de Rascafría) se ha visto alterado, mancillado y brutalmente agredido por una edificación enorme, blanca, ubicada con un también enorme desprecio y olvido de la riqueza del patrimonio paisajístico de la zona, que ha sido siempre de una excepcional, serena y natural belleza.Para mayor escarnio, este ostentóreo atentado es visible desde muchos puntos de vista: bien en paseos a pie, a caballo o en bicicleta, o bien es escandalosamente notorio para los automovilistas cuando al descender del puerto de Cotos, a la altura del kilómetro 29, y antes de llegar al monasterio del Paular, su placentera contemplación del paisaje se ve turbada por semejante petardo. El híbrido que impúdicamente se ofrece a su mirada (una especie de gigantesca caja de zapatos tras la cual asoma vergonzante la torre de la iglesia) es algo que da dolor y vergüenza ajena.

El objeto de esta carta, aparte de procurarme un natural desahogo, no es pedir la cabeza de ningún presunto responsable, no. (Por otra parte, no sabría qué hacer con tan vacuo esférico despojo). El ingenuo deseo de este escrito es procurar que no se repitan estos actos de barbarie que esquilman la riqueza natural de paisajes y comarcas como el citado y de los que cada vez, desgraciadamente, estamos más escasos. -

¿Servirán de algo estas líneas ... ?-

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Archivado En