Reportaje:

Una orquídea por la paz en Guatemala

La premio Nobel Rigoberta Menchú, galardonada por los jueces que antes la persiguieron

Este último fin de semana, Rigoberta Menchú, la líder indígena guatemalteca que ostenta el actual Premio Nobel de la Paz, recibía un singular homenaje en su país de la Corte Suprema de Justicia, la misma que hace cinco años ordenó su detención y la sometió a juicio. Menchú fue galardonada con una moja (orquídea) blanca en reconocimiento a su liderazgo indígena y a su trabajo por la paz en Guatemala.Aunque parezca increíble, desde que en octubre Menchú fuera galardonada con el Nobel, ésta es la primera vez que una institución oficial de su país le ofrece un poco de calor. Todo el reconocimi...

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Este último fin de semana, Rigoberta Menchú, la líder indígena guatemalteca que ostenta el actual Premio Nobel de la Paz, recibía un singular homenaje en su país de la Corte Suprema de Justicia, la misma que hace cinco años ordenó su detención y la sometió a juicio. Menchú fue galardonada con una moja (orquídea) blanca en reconocimiento a su liderazgo indígena y a su trabajo por la paz en Guatemala.Aunque parezca increíble, desde que en octubre Menchú fuera galardonada con el Nobel, ésta es la primera vez que una institución oficial de su país le ofrece un poco de calor. Todo el reconocimiento hasta ahora recibido ha venido del extranjero o o de sus indígenas. Rigoberta Menchú, para parte del Gobierno y del Ejército, es todavía una terrorista que representa a un sector que, por ser indígena, no es digno de tener los mismos derechos en el país que blancos y mestizos.

Podría parecer que, con esta actitud institucional, Guatemala, la república latinoamericana que ostenta el mayor índice de brutalidades por día contra los derechos humanos, está empezando a cambiar, y que Rigoberta Menchú, despreciada por el Gobierno y el Ejército guatemalteco, pero reconocida en el resto del mundo, ya puede sentirse segura en casa y trasladarle este estado de ánimo a los cinco millones de indígenas de su país, más del 50% de la población.

Sin embargo, las cosas son muy distintas, y lo ocurrido con Menchú en el alto tribunal guatemalteco ha sido una excepción y también una valiente iniciativa de la justicia, inclinada desde hace muy pocos meses hacia posiciones de más tolerancia en un país donde, como señaló en el homenaje el presidente de la Corte, Juan José Rodil, "la impunidad se ha convertido en regla general".

Pero si esto ya de por sí resultaba increíble, por eso de ser ayer la perseguida y hoy la homenajeada, más aún lo fue que Menchú tuviera que volver a defenderse, como ocurrió hace cinco años en esas mismas salas, de lo que parece una enfermiza obsesión de los militares que rodean al presidente Jorge Serrano Elías: su supuesta vinculación con el terrorismo.

El general José Domingo García, ministro de Defensa, se destapaba horas antes del homenaje a Menchú con un historial policiaco en el que reseñaba una supuesta conexión del Comité de Unidad Campesina, uno de los movimientos indígenas que lidera la premio Nobel, con la guerrilla que desde hace más de 30 años mantiene hostilidades con el Ejército. El militar concluía asegurando que Menchú era la cara política de la insurgencia.

Menchú, autodidacta de 33 años e hija de campesinos asesinados por el Ejército, se siente mal en su propio país. Sin embargo, cuenta con la compañía y el apoyo, cada vez que viaja de México a Guatemala, de los embajadores extranjeros, que se han convertido en su garantía en este Año Internacional de los Pueblos Indígenas. La premio Nobel, temerosa de que 1993 pase rápido, ha pedido que, más que un año, lo que se necesita es una década para resolver la injusticia que sufren los indios en su país.

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