Cartas al director

La ciudad sin ley

Asombrada estoy, como madrileña, de ver convertida mi ciudad de pronto en un continuo desfilar de grúas municipales que, como hormiguitas hacendosas, van y vienen, vienen y van, cargadas con el sustancioso alimento que llenará la vacía despensa de nuestra hormiga reina, el Ayuntamiento.La pena es que, en tanto afán de limpieza, nunca se acuerdan, por ejemplo, de las segundas, terceras y cuartas filas de las céntricas zonas de compras. Siempre es mejor apostarse, pongamos por caso, en algún hospital a la hora de las visitas (preferiblemente uno sin aparcamiento cerca) y esperar a que lleguen de...

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Asombrada estoy, como madrileña, de ver convertida mi ciudad de pronto en un continuo desfilar de grúas municipales que, como hormiguitas hacendosas, van y vienen, vienen y van, cargadas con el sustancioso alimento que llenará la vacía despensa de nuestra hormiga reina, el Ayuntamiento.La pena es que, en tanto afán de limpieza, nunca se acuerdan, por ejemplo, de las segundas, terceras y cuartas filas de las céntricas zonas de compras. Siempre es mejor apostarse, pongamos por caso, en algún hospital a la hora de las visitas (preferiblemente uno sin aparcamiento cerca) y esperar a que lleguen desde Mejorada del Campo los parientes del abuelo, que el pobre está en la UVI.

En mi caso, la perplejidad es aún más fuerte que la indignación. Aparqué mi coche, tal y como vengo haciéndolo hace años, en la calle donde vivo. Cuando regresé se lo habían llevado, según reza la denuncia, por "aparcamiento en zona reservada señalizada con placas muy visibles". Un detalle sin importancia es que en dicha calle ni existe ni ha existido nunca señal alguna ni de zona reservada ni de nada. Mis protestas fueron en vano: me tuve que poner a la larga cola para abonar las 16.000 pesetas (un 50% más que hace tres meses), una cantidad que, con muchísima suerte, tardaré ocho meses en recuperar.

Señor alcalde, lo que están haciendo está completamente fuera de la ley, de la Constitución y de la vergüenza. Ustedes y su crisis han convertido Madrid en una ciudad sin ley, donde quien manda es quien tiene la fuerza. A los ciudadanos nos toca callar, pagar y obedecer,

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