Cartas al director

Reagan, el déficit y el desarme

Entre las numerosas afirmaciones discutibles que contiene el artículo de Manuel J. González (véase EL PAÍS de 3 de marzo de 1993), hay una en la que, al explicar el voluminoso déficit norteamericano generado en la pasada década, atribuye al presidente Reagan el mérito de haber acabado con la guerra fría y asentado "las condiciones de un desarme duradero".De ese modo, parece compartir la hipótesis, frente a algunos propagandistas del Partido Republicano en EE UU, de que la paz entre las superpotencias se consiguió gracias a la resolución y la firmeza mostradas por Reagan y materializadas en sus...

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Entre las numerosas afirmaciones discutibles que contiene el artículo de Manuel J. González (véase EL PAÍS de 3 de marzo de 1993), hay una en la que, al explicar el voluminoso déficit norteamericano generado en la pasada década, atribuye al presidente Reagan el mérito de haber acabado con la guerra fría y asentado "las condiciones de un desarme duradero".De ese modo, parece compartir la hipótesis, frente a algunos propagandistas del Partido Republicano en EE UU, de que la paz entre las superpotencias se consiguió gracias a la resolución y la firmeza mostradas por Reagan y materializadas en sus astronómicos presupuestos militares.

Las cosas, sin embargo, son harto más complejas. Como ha señalado Allan S. Krass, catedrático de la Universidad de Amherst (Estados Unidos) y analista en materia armamentística de la Union of Concerned Scientists de dicho país, otros factores pesaron seguramente mucho más.

En particular, limitándose a los avances en la vía del desarme, cabe destacar:

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1. La intensa presión ciudadana en Europa occidental y Estados Unidos oponiéndose a nuevos despliegues de armas nucleares.

2. El radical cambio en las actitudes soviéticas, notablemente conciliadoras tras la llegada de Gorbachov al poder en 1985, cambio que (más que al temor a la agresiva política reaganiana) respondía a la conciencia de los graves y crónicos problemas domésticos de la URSS.

3. El negativo impacto del aumento masivo de los gastos militares en las economías de ambas superpotencias, que en el caso norteamericano dio lugar (ya desde 1983) a que el Congreso frenara los despilfarradores planes del belicoso presidente.-

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