ELECCIONES EN FRANCIA

Rocard pincha en hueso

Sólo un centenar de personas acudió al mitin del líder socialista en su feudo

Los militantes socialistas de Chanteloup-les-Vignes están muy deprimidos: Michel Rocard se ha largado sin haber estrechado manos, besado rostros, departido con la gente y sin haber prestado la menor atención al refrigerio que le tenían preparado. Rocard se ha escapado del mitin como había venido: raudo como una flecha. La verdad es que el acto ha sido más bien deprimente. El ex primer ministro, candidato socialista a la sucesión de François Mitterrand y promotor del big-bang de la izquierda, ha reunido a un centenar de personas, 20 de ellas periodistas.

Oficialmente se llama Complejo So...

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Los militantes socialistas de Chanteloup-les-Vignes están muy deprimidos: Michel Rocard se ha largado sin haber estrechado manos, besado rostros, departido con la gente y sin haber prestado la menor atención al refrigerio que le tenían preparado. Rocard se ha escapado del mitin como había venido: raudo como una flecha. La verdad es que el acto ha sido más bien deprimente. El ex primer ministro, candidato socialista a la sucesión de François Mitterrand y promotor del big-bang de la izquierda, ha reunido a un centenar de personas, 20 de ellas periodistas.

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Oficialmente se llama Complejo Socio-Cultural Paul Gauguin, pero todo el mundo le llama "la Sala de Fiestas". Desde su puerta se tiene la visión de un triste paisaje de bloques de viviendas sociales iluminadas tan sólo por el intermitente neón de la cruz verde de una farmacia. Chanteloup es un sitio feo, la clásica ciudad dormitorio. En 1972 contaba con 1.500 habitantes; ahora son 11.000, y entre ellos no pocos inmigrantes magrebíes y africanos.Contrasta este espectáculo con el idílico paisaje de la vecina Conflaris-Saint Honorine desde uno de los puentes sobre el río Sena.

Son Chanteloup y Conflans la cara y la cruz de esta región de las Yvelines, situada al noroeste de París. Chanteloup es el suburbio, en la más cruda acepción de la palabra; Conflans es la pequeña localidad residencial. En Conflans las calles están limpias como el pasillo de un palacio, los pequeños comercios están bien surtidos y cuentan con ordenadores, la gente viste con pulcritud y elegancia.

En ese Ayuntamiento reina Rocard. Es el alcalde de la pequeña ciudad fluvial desde hace tres lustros. Pero en todo Conflans sólo hay un cartel con su rostro: el colocado en los paneles metálicos oficiales. Se le ve sonriente y en la postura del "pensador de Rodin".

Si quiere volver a sentarse en la Asamblea Nacional, Ropard tiene que tocar las dos teclas: la de Conflans y la de Chanteloup. Desde 1978 es el diputado de la séptima circunscripción de las Yvelines, que incluye las dos localidades. Vive allí un total de 120.000 personas, desde el burgués con chalé de piedra y amplio jardín al obrero del bloque de viviendas sociales que perdió su trabajo hace cuatro años, pasando por el barrendero senegalés.

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Desolación

Rocard lo tiene crudo. Las últimas encuestas afirman que perderá frente a su principal rival, el centrista Pierre Cardo. Y, si no consigue un acta de diputado, mal podrá liderar el renacimiento de la izquierda. Incluso si la obtiene le será muy dificil derrotar a los candidatos de la derecha en la futura competición por el Elíseo. Le Figaro informaba ayer de que cualquiera de ellos, Jacques Chirac o Valéry Giscard d'Estaing, le ganarían si la elección presidencial se celebrara hoy.A tenor de lo que a las 20.30 ocurre en Chanteloup, Rocard no es que lo tenga crudo, es que lo tiene imposible. Es el momento previsto para el comienzo de su mitin, y en la desangelada sala de actos del Paul Gauguin hay casi más carteles del candidato que espectadores. Aparte de una docena de socialistas locales y una veintena de periodistas de varias nacionalidades, en la sala sólo se sientan varios jubilados y cuatro africanos. Alguien telefonea a Rocard para pedirle que retrase su llegada.

Unos 45 minutos después, a base de más jubilados y un par de grupitos de jóvenes, la sala registra una escasa media entrada, es decir, un centenar de personas, incluidos los organizadores y los reporteros. Las hileras de sillas están a casi dos metros de distancia las unas de las otras. Rocard llega en ese momento en un Peugeot 605 plateado. Bajo la luz de cuatro equipos de televisión, aparece sonriente, hiperdinámico, arrojando humo como una cafetera. Más que andar vuela, empujando cámaras y micrófonos.

El secretario socialista de Chanteloup le estrecha la mano con estusiasmo. Indiferente a la presencia de los periodistas, Rocard le dispara: "Tengo una gran pregunta que hacerle: ¿dónde puedo hacer pipí?".

Tras la visita a los servicios, entra en la sala, la atraviesa a zancadas y, sin más preámbulos, empieza a hablar: "Chanteloup ha conocido una locura arquitectónica que se ha convertido en un drama social. Me parece pintoresco hablar de Yugoslavia aquí o en Conflans. Aquí hay que hablar de los suburbios. De los 58 millones de franceses, 30 millones vivimos en los suburbios. ¿Por qué? En las tres cuartas partes de los casos, porque es más barato, aunque tengamos que pagarlo con dos o tres horas diarias de transporte". Son las once de la noche. Rocard mira el reloj y dice: "Queridos amigos, es tarde. Mañana hay que trabajar. Les deseo a todos buenas noches". Y se va como un bólido.

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