Belleza

La búsqueda de la belleza es la única lucha que merece la pena en este asqueroso mundo: creo recordar que es la frase con la que Ramón Trecet suele terminar su diario programa musical.La he recordado muchas veces desde que el otro día viera la película El sol del membrillo, y la suma de todo ello me ha llevado a escribirle esta carta.

Se supone que el cine se basa en hacer verosímil una historia fantástica, o grandioso un hecho cotidianó. En ese engaño, en esa con tradicción, parece basarse. Sin embargo, uno va a ver la película de Erice y, cuando lleva un rato en la butaca, se e...

La búsqueda de la belleza es la única lucha que merece la pena en este asqueroso mundo: creo recordar que es la frase con la que Ramón Trecet suele terminar su diario programa musical.La he recordado muchas veces desde que el otro día viera la película El sol del membrillo, y la suma de todo ello me ha llevado a escribirle esta carta.

Se supone que el cine se basa en hacer verosímil una historia fantástica, o grandioso un hecho cotidianó. En ese engaño, en esa con tradicción, parece basarse. Sin embargo, uno va a ver la película de Erice y, cuando lleva un rato en la butaca, se encuentra prácticamente contemplando al lado del director, casi a su misma altura, el trabajo de Antonio López. Pero es que, al rato, todos nos uníamos al pintor en su propia contemplación

del membrillo, escenario privilegiado de cambios de luz y huellas del paso del tiempo.

Y es, finalmente, al término de la película donde se cierra el círculo porque es la limitación de la pintura la que da sentido a la película. Y es justamente esa limitación la que engrandece a ambos autores, pues, al conducirla en la dirección que quieren, crean; y, a falta de poder reflejar toda la belleza de su entorno, nos ofrecen un sustitutivo que en absoluto nos deja insatisfechos.-