Editorial:

Mafia y política

ITALIA SE encuentra en un momento crucial. Se tiene la sensación de que un régimen está llegando a su fin, aunque aún no se vislumbra el que le sustituirá. No se sabe si la Mafia ha recibido el golpe de gracia con la detención de Riina, el capo de los capos, o si ha sido sólo la demostración de que ya existe otra Mafia aún desconocida. A ello se añade el declive de los grandes líderes del antiguo régimen. Los ha abandonado a su suerte hasta la Mafia.El divino Andreotti, el gran manipulador de la política democristiana en los últimos 40 años, duramente atacado por sus presu...

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ITALIA SE encuentra en un momento crucial. Se tiene la sensación de que un régimen está llegando a su fin, aunque aún no se vislumbra el que le sustituirá. No se sabe si la Mafia ha recibido el golpe de gracia con la detención de Riina, el capo de los capos, o si ha sido sólo la demostración de que ya existe otra Mafia aún desconocida. A ello se añade el declive de los grandes líderes del antiguo régimen. Los ha abandonado a su suerte hasta la Mafia.El divino Andreotti, el gran manipulador de la política democristiana en los últimos 40 años, duramente atacado por sus presuntas colusiones con la Mafia, ha sido citado ante la comisión parlamentaria contra la misma. Craxi está a la espera de que el Parlamento permita juzgarle por los más de 40 delitos de corrupción de que ha sido acusado. De Mita está perdiendo la batalla en la comisión para la reforma electoral del Parlamento y el Tribunal Constitucional ha dado luz verde a los referendos presentados por Segni para acabar con el actual sistema electoral proporcional y poder dar el salto al uninominal. Una reforma clave para la transformación de una política basada desde hace medio siglo en el poder democristiano.

Si triunfara el cambio electoral, el Gobierno de Amato, apoyado por toda la clase industrial del país, debería dejar paso a otro, ya que se formó sólo para la reforma económica. La reforma electoral -tal como había sido pactada- la debía realizar otra mayoría distinta, más amplia, dentro del Parlamento. Pero al mismo tiempo ha sido sólo con Amato, apoyado por el presidente Scalfaro, cuando la política italiana ha empezado a tener un mínimo de credibilidad y solidez, y ha empezado a dar los golpes más duros a la Mafia. Hasta el punto que el arrepentido Buscetta, el mafioso que hizo posible la detención de cientos de delincuentes y el maxiproceso del asesinado Falcone, ha demostrado que si el poder político quisiera podría acabar con la Mafia como antaño acabó con el terrorismo de las Brigadas Rojas. Porque, al parecer, la caída de Riina, el más feroz de los capos, revela que existe una rebelión interna importante. Y es en los momentos de debilidad de la Cosa Nostra cuando el poder -si existe voluntad sincera de actuar- puede intervenir con eficacia.

Éste va a ser un test importante para conocer si algo de verdad está cambiando con la llegada de Amato al Gobierno y con la caída de los dioses del viejo régimen. Si el Gobierno de Amato consigue poner de rodillas a la Mafia, querrá decir que ha empezado una nueva República. Si no lo hiciera aprovechando este momento, o no se lo dejaran hacer, sería la mejor demostración de que los poderes reales, que han sobrevivido a la sombra y bajo la impunidad de la Mafia, siguen vivos.

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