Tribuna:

1492-1992

Hace algunas semanas se celebró en Nueva York un Simposio Internacional sobre Judíos y Judeoconversos en España: la expulsión de 1492 y sus consecuencias, al que asistieron historiadores católicos, judíos y laicos o agnósticos, que contrastaron sus opiniones y debatieron sobre el tema desde sus diferentes perspectivas. Entre ellas ocupó un lugar, muy destacado la representación de la comunidad sefardí frente a otras no menos importantes, como la askenazi y la de los romaniots. En cualquier caso, oreo que los sefardíes fueron no sólo los más numerosos, sino los que más peso tuvieron en este con...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Hace algunas semanas se celebró en Nueva York un Simposio Internacional sobre Judíos y Judeoconversos en España: la expulsión de 1492 y sus consecuencias, al que asistieron historiadores católicos, judíos y laicos o agnósticos, que contrastaron sus opiniones y debatieron sobre el tema desde sus diferentes perspectivas. Entre ellas ocupó un lugar, muy destacado la representación de la comunidad sefardí frente a otras no menos importantes, como la askenazi y la de los romaniots. En cualquier caso, oreo que los sefardíes fueron no sólo los más numerosos, sino los que más peso tuvieron en este congreso, poniendo de relieve la importancia de la comunidad sefardí en el conjunto del mundo judío. Probablemente, un encuentro como éste sólo hubiera podido tener lugar en una ciudad como Nueva York, donde la comunidad judía goza de un protagonismo especial. Los debates se han centrado sobre una variedad de cuestiones, como los judíos españoles del siglo XV, el problema de los conversos, el decreto de expulsión, el papel de los criptojudíos, lo que perdió España con la diáspora, la actitud de la Inquisición y los problemas de la literatura judeoconversa, pero ha tenido su punto neurálgico en la cuestión sefardí y la problemática con que ésta se enfrenta actualmente; dentro de dicha problemática ocupó un lugar central el tema de la lengua ladina. Como es bien sabido, el ladino es el castellano del siglo XV que hablaban los judíos en el momento de la expulsión y que, con préstamos turcos y algunas variedades más, se ha mantenido incólume hasta nuestros días. El ladino ha sido la lengua habitual de comunicación para la comunidad sefardí; en él se han publicado periódicos, se han escrito libros y se ha desarrollado una literatura que, ha pervivido durante cinco siglos. Las causas que han permitido ese milagro de supervivencia hay que buscarlas principalmente en las favorables condiciones del Imperio Otomano, que -salvada la autoridad simbólica del emperador y el obligado pago de los tributos- mantuvo un enorme, respeto hacia las distintas comunidades étnicas y religiosas, que integraban su espacio territorial. En esta situación se han mantenido también, una vez desaparecido el imperio, en lo que es la actual Turquía, pero, viéndose afectados cada vez más por las condiciones geopolíticas que hoy salpican a toda la región. Entre ellas hay que situar a su vez la creación del Estado de Israel, tras la II Guerra Mundial, pues ello conllevó que una importante cuota de la población sefardí se trasladase al nuevo país y se afincase en él. Es cierto que hoy se oye hablar ladino en las calles de Jerusalén y de Tel Aviv, pero los especialistas están de acuerdo en que, esto será un fenómeno cada vez más raro y marginal, pues el ladino en las actuales circunstancias está destinado a desaparecer.

Mientras la comunidad sefardí pudo mantenerse aislada de influencias ajenas, preservando sus costumbres y su cohesión social, el ladino se mantuvo, pero en una comunidad mermada por la sangría hacia el territorio israelí, donde el hebreo adquiere el monopolio lingüístico, y amenazada por la fragmentación de los territorios colindantes a la región turca, la pervivencia del ladino se hace prácticamente imposible.

Estamos, pues, ante lo que parece una irremediable desaparición de un tesoro lingüístico que ha pervivido durante siglos, pero, constatado el interés que los sefardíes tienen por mantener los vínculos que les unen a sus raíces españolas, sería suicida por parte de las autoridades de nuestro país que permaneciesen impasibles ante el fenómeno. Es hora de intervenir activamente para mantener e incluso reavivar ese interés, pues, al fin y al cabo, no sólo ellos tienen sus raíces aquí, sino que, los actuales españoles tenemos también una de las nuestras en la permanencia secular de los judíos en nuestro territorio. En esta hora en que se impone una nueva remodelación de la escena internacional, España,podría dar un ejemplo de buena voluntad y prestar un apoyo positivo al proceso de planetarización, incentivando sus relaciones intelectuales con una comunidad sefardí que no sólo mantiene vivas sus raíces españolas, sino en la que se encuentran hombres de extraordinario prestigio y sabiduría en sus respectivas especialidades. La hora de la conspiración judeo-masónica ha pasado, y si es cierto que la masonería ha sido reivindicada en los últimos tiempos a través de estudios, in vestigaciones y congresos va rios, no ha ocurrido lo mismo con los judíos que son amigos de España y mantienen un principio de solidaridad con sus antiguas raíces españolas.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Al final de este artículo siento la pobre idea que he dado del riquísimo simposio internacional celebrado en Nueva. York, al limitarme a uno solo de sus aspectos, pero no quisiera terminar sin aludir a la enorme actualidad que tiene la cuestión sefardí para entender buena parte de las tensiones que hoy agitan toda esa región del mundo. Si el Imperio Otomano actuó con enorme sabiduría al integrar en sus inmensos territorios una variedad de culturas tan extraordinarias, no ocurrió lo mismo con el Imperio Austro-húngaro, y mucho menos con el dominio comunista, que congeló las tensiones mediante la imposición de una autoridad dictatorial. Es lógico, pues, que cuando desaparecen esas instancias políticas de carácter totalitario vuelvan a desatarse las tensiones y se produzca una fragmentación incontrolada. El fenómeno de la desaparición del ladino nos ilustra así sobre cuestiones como la yugoslava, que hoy se sitúa con máxima virulencia sobre el tapete internacional. Se impone una reestructuración de culturas y etnias se culares que han permanecido artificialmente congeladas por fuerzas políticas de carácter autoritario. El problema no es fácil, y su solución no admite recetas rápidas y expeditivas. Hay que vigilar la situación, tratando de paliar los sufrimientos humanos; hay que defender, en la medida de lo posible, los derechos humanos, y, en este sentido, la actuación de la ONU es insoslayable y debe continuar, pero en el bien entendido de que el problema es largo y exige paciencia y comprensión sobre un laberinto político-cultural para el que nadie tiene una clave segura y definitiva. Todo lo que sea, sin embargo, acercarse al fenómeno sin prejuicios y con ánimo comprensivo será positivo.

José Luis Abellán el catedrático de la Universidad Complutense.

Archivado En