Editorial:

El "no" suizo

LO QUE estaba en juego en el referéndum del domingo en Suiza era la ratificación del acuerdo firmado en Oporto en mayo de este año en virtud del cual los 12 países de la Comunidad Europea y los siete de la Asociación Europea de Libre Cambio (EFTA) decidieron establecer entre sí el Espacio Económico Europeo (EEE). Era el mercado único mayor del mundo, que abarcaría a 380 millones de personas, con libertad de circulación de mercancías, personas y capitales. El EEE debía empezar a funcionar el 1 de enero de 1993, coincidiendo con la puesta en marcha del mercado único de la CE. Pero el referéndum ...

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LO QUE estaba en juego en el referéndum del domingo en Suiza era la ratificación del acuerdo firmado en Oporto en mayo de este año en virtud del cual los 12 países de la Comunidad Europea y los siete de la Asociación Europea de Libre Cambio (EFTA) decidieron establecer entre sí el Espacio Económico Europeo (EEE). Era el mercado único mayor del mundo, que abarcaría a 380 millones de personas, con libertad de circulación de mercancías, personas y capitales. El EEE debía empezar a funcionar el 1 de enero de 1993, coincidiendo con la puesta en marcha del mercado único de la CE. Pero el referéndum tenía un alcance estratégico que desbordaba el asunto concreto del EEE. Éste fue concebido como una "antesala" para el ingreso en la CE de los miembros de la EFTA. Y el propio Gobierno suizo -lo mismo que Austria, Suecia y Finlandia- había hecho ya las peticiones de ingreso.Si se tiene en cuenta que el Gobierno federal y los Gobiernos de los 26 cantones se habían pronunciado por el, apoyados por la mayoría de los partidos, de la prensa, de los sindicatos y de las asociaciones empresariales, el triunfo del no puede sorprender. Sin embargo, los sondeos indicaban una reticencia muy fuerte en los cantones de lengua alemana, y la aprobación del acuerdo del EEE exigía no sólo ser votado por la mayoría del cuerpo electoral, sino por la mayoría de los cantones. Algo considerado de gran dificultad. La sorpresa ha consistido en que no sólo 16 cantones (sobre 26) han dicho no, sino que en el cómputo global el no ha superado al sí por unos 24.000 votos.

¿Cómo comprender el rechazo del acuerdo cuando la Suiza oficial, política y económica se había movilizado para señalar que quedar al margen del acuerdo tendría efectos nefastos? Lo explica el pésimo momento económico actual. Todas las noticias que hoy llegan de Europa son adversas: crece el paro, baja la producción, se vive peor. Además, es muy dificil convencer a un suizo, que tiene el más alto nivel de vida del mundo -y guarda en su memoria el milagro de haberse librado de las dos guerras mundiales por su neutralidad-, que le conviene modificar el carácter de sus relaciones con otros países. En ese marco, es notable la diferencia entre los cantones de habla francesa (muy favorables al) y la posición contraria de los de habla alemana, que son los más poblados. El problema consiste en que los suizos- francohablantes no sienten que Francia pueda representar una amenaza para su independencia. Entre los suizos germanohablantes late un temor instintivo a las tendencias hegemónicas del gran vecino. Temor que llevó a muchos votantes a pensar que Suiza, una vez integrada en el EEE, estaría en un bloque de países con Alemania como potencia dominante.

El no suizo, aunque con rasgos específicos, es a la vez una nueva demostración, tras Dinamarca y Francia, de que en el asunto de Europa existe un desfase entre la clase política e instituciones y el ciudadano de a pie. Ante un empeoramiento de las condiciones de vida, se acentúa la tendencia a opinar en función de lo que cada uno sufre cada día y a despreciar políticas de futuro, por bien elaboradas que estén. No parece que los gobernantes ahora batidos en las urnas se sientan en la obligación de dimitir, al igual que ocurrió en Dinamarca. ¿Sirve esa actitud para revitalizar, la relación entre los votantes y la democracia representativa?

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Después del no suizo, hay que revisar el acuerdo de Oporto. Suiza estaba comprometida a dar compensaciones serias para evitar que el mercado único dañe a los países menos desarrollados. En la revisión del EEE, será preciso encontrar otras compensaciones. Este asunto interesa en particular a España.

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