Fanatismo frente a reinserción

Uno de los mayores problemas con que se enfrentan las autoridades tanto del Ministerio del Interior como de Justicia es que la psicología colectiva de los GRAPO es ajena a la de cualquier otro grupo terrorista. Son prácticamente inmunes a cualquier tentativa de reinserción. Delinquen, cumplen su condena -con o sin huelga da hambre, cuyo grado de seguimiento no ha sido ni rozado en intensidad ni duración por el colectivo etarra-, salen a la calle y se embarcan en nuevas operaciones terroristas.Este hecho hace que los responsables policiales contemplen con indisimulado temor el calendario de inm...

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Uno de los mayores problemas con que se enfrentan las autoridades tanto del Ministerio del Interior como de Justicia es que la psicología colectiva de los GRAPO es ajena a la de cualquier otro grupo terrorista. Son prácticamente inmunes a cualquier tentativa de reinserción. Delinquen, cumplen su condena -con o sin huelga da hambre, cuyo grado de seguimiento no ha sido ni rozado en intensidad ni duración por el colectivo etarra-, salen a la calle y se embarcan en nuevas operaciones terroristas.Este hecho hace que los responsables policiales contemplen con indisimulado temor el calendario de inminentes excarcelaciones de presos de esta banda armada. Saben que, una vez traspongan el umbral carcelario, tendrán que volcar todo su esfuerzo en su seguimiento, con el riesgo, ya experimentado, de que su rastro se pierda hasta la comisión de algún atentado.

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La biografía de Laureano Ortega, originario de Vizcaya, y jefe militar de los GRAPO, evidencia esta trayectoria. Detenido el 23 de enero de 1981 por su presunta participación en el asesisanto de un guardia civil en La Coruña dos meses antes, salió de prisión, tras cumplir condena, en octubre de 1984. En enero de 1985 fue capturado en Barcelona con armas y explosivos. El 13 de mayo de 1987 recobró la libertad.

Actualmente, los GRAPO se hallaban enfrascados en una tarea de recomponer sus maltrechas finanzas. Para ello, habían extorsionado a empresarios de Zaragoza, a quienes enviaron cartas para obligarles a entregar dinero para sostener la "causa revolucionaria". De igual modo, han menudeado los asaltos bancarios en Castilla y León que tenían todo el sello del modus operandi de esta banda.

La austeridad en los hábitos de los GRAPO y su escaso número de activistas, hace que este dinero se traduzca en un peligro potencial muy por encima de lo que los propios botines harían pensar. Esta banda, apenas gasta en infraestructura, al contrario que ETA. En los últimos meses, este grupo terrorista ha evitado atentados cruentos, si bien se sospecha que en 1993 la banda podría verse tentada a utilizar de nuevo sus explosivos en acciones cuyo objetivo vuelvan a ser vidas humanas y no gasoductos, oleoductos o vías férreas, como sucedía últimamente.

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