Tribuna:

Conciencia

Desde la perspectiva de las plantas y de todos los animales, la humanidad es una gravísima enfermedad del planeta. Visto con ojos de conejo, de hormiga, de lenguado, de perdiz o de pollo, incluso contemplado por la bestia más atroz, el hombre es el bicho más voraz, el que nunca se detiene. Ha sustituido el instinto por una inteligencia frenética y ésta le lleva a rebasar todos los límites de la crueldad hasta hacer de la destrucción un deporte. El corazón de los robles y de los álamos, el alma de las coliflores y de las lechugas, lloran de espanto cuando sienten que un hombre se acerca. Hasta ...

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Desde la perspectiva de las plantas y de todos los animales, la humanidad es una gravísima enfermedad del planeta. Visto con ojos de conejo, de hormiga, de lenguado, de perdiz o de pollo, incluso contemplado por la bestia más atroz, el hombre es el bicho más voraz, el que nunca se detiene. Ha sustituido el instinto por una inteligencia frenética y ésta le lleva a rebasar todos los límites de la crueldad hasta hacer de la destrucción un deporte. El corazón de los robles y de los álamos, el alma de las coliflores y de las lechugas, lloran de espanto cuando sienten que un hombre se acerca. Hasta el fondo del mar llega el buzo con un arpón, y el mero, perplejo en su cueva, se pregunta por qué se toma ese ser tantas molestias para matarle. Y no sólo bucea armado. El hombre también vuela con garras de acero y emponzoña la atmósfera, perfora la corteza terrestre y exprime todos sus líquidos; por todas partes va dejando un rastro de muerte sólo compensado por el frenesí de la propia reproducción, y ese deseo de sobrevivir es el viento que de noche se oye soplar con más furia en las ciudades. Al principio, el ser humano se apareaba en los valles fértiles. Ahora realiza esa labor en los infinitos sótanos de cemento; es uno de tantos ecos que produce el asfalto junto con los chirridos de caucho, y ese sonido convulso del amor humano significa que la plaga no parece tener fin. Pero ahora, en el fondo de los manantiales puros y por el alma de los ríos y mares, por las entrañas de los animales y la savia de los árboles, de pronto ha comenzado a correr una gran noticia. Se dice que un virus heroico se está enfrentando él solo contra toda la raza humana. La naturaleza lo ha dotado de conciencia y de armas terribles para acabar con esta amenaza del planeta. Existe un gran alborozo en la raíz de todos los peces, aves, mamíferos, vegetales, fuentes, valles, montes, islas, litorales, bosques y desiertos, sin olvidar a ninguna de las fieras. El virus del sida tal vez puede detener a la humanidad, y en el corazón de la naturaleza hay por ese motivo una gran fiesta.

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