Noches en vela en el pueblo de Lucrecia

La familia de la dominicana asesinada en Aravaca pide que se haga justicia

"Yo lo único que pido es que se haga justicia". Estas palabras son de Víctor Trinidad, de 36 años, esposo de Lucrecia Pérez Matos, la empleada doméstica dominicana asesinada el viernes pasado por un grupo de encapuchados, presumiblemente ultraderechistas, en Aravaca, a las afueras de Madrid. Víctor Trinidad reside en Vicente Noble, un pueblo campesino a 190 kilómetros al suroeste de Santo Domingo (República Dominicana) que tiene emigrados a España más de 5.000 de sus 25.000 vecinos. Trinidad no puede aguantar más y asevera entre lágrimas: "Esos asesinos no pueden ser perdonados". Lucrecia se h...

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"Yo lo único que pido es que se haga justicia". Estas palabras son de Víctor Trinidad, de 36 años, esposo de Lucrecia Pérez Matos, la empleada doméstica dominicana asesinada el viernes pasado por un grupo de encapuchados, presumiblemente ultraderechistas, en Aravaca, a las afueras de Madrid. Víctor Trinidad reside en Vicente Noble, un pueblo campesino a 190 kilómetros al suroeste de Santo Domingo (República Dominicana) que tiene emigrados a España más de 5.000 de sus 25.000 vecinos. Trinidad no puede aguantar más y asevera entre lágrimas: "Esos asesinos no pueden ser perdonados". Lucrecia se había quejado por carta del trato discriminatotio recibido en España.

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Desde que le comunicaron la trágica muerte de Lucrecia, Víctor Trinidad, conocido popularmente por Alfredo, pasa las noches en vela y no se desprende ni un instante de su hija de seis años, Kenia, a la que familiarmente llaman La Abejita.

Kenia es la única hija del matrimonio. compuesto por Trinidad y la fallecida Lucrecia, y conoce desde el primer momento lo que le ha ocurrido a su madre. Sólo espera a que llegue el cadáver, que saldrá mañana de España, y poder darle el último beso. Mientras tanto, la pequeña y su padre se pasan las horas llorando.

El drama se ha extendido a toda esta comarca agrícola (le la República Dominicana, en su mayoría habitada por jornaleros que viven rozando la miseria y no tienen otro ingreso que la peonada cuando hay trabajo.

La gente, tanto en Barahona como en Tamayo, localidades próximas a Vicente Noble, está indignada por el asesinato, No se pueden aún creer que en España, destino migratorio desde hace más de seis años de muchos de sus habitantes, se haya producido un crimen racista y en particular en la persona de una mujer dominicana. Por eso se preparan manifestaciones, aunque silenciosas y de duelo, en memoria de la malograda compatriota para el mismo día en que el cadáver llegue al pueblo.

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Los primeros 100 dólares

Trinidad recibió el pasado lunes una carta de Lucrecia, escrita a mano y que un lugareño que venía de España le depositó junto a la puerta de su casa. Es la única escrita por Lucrecia desde que abandonó Vicente Noble y lleva fecha del pasado 12 de noviembre, justamente un día antes de que fuera asesinada.

La carta, es todo un presagio de la fatalidad. Lucrecia se disculpa por su salida precipitada hacia España, porque una mafia de traficantes de empleo le había comunicado la posibilidad de hacer el viaje sobre, la marcha y ni siquiera tuvo tiempo de pensárselo.

Se queja del trato discriminatorio recibido de los españoles, anuncia el envío a su familia de los primeros 100 dólares que se ha ganado honradamente y revela que sólo pudo durar un mes en su primer empleo doméstico porque la señora de la casa le trataba mal y no le daba siquiera de comer.

Lucrecia tuvo que pagar 52.000 pesos dominicanos por viajar a España, alrededor de medio millón de pesetas. El paquete incluía todo: billete, seguridad en la entrada en el país, comisión para el traficante y primeros gastos.

El traficante, en este caso concreto, una mujer de Santo Domingo que viaja constantemente con los emigrantes y tiene al parecer conexiones en España, trabaja sobre precio fijo. El que quiera, puede acudir a sus servicios, y quien no, se queda para siempre en Vicente Noble.

Tráfico ilegal

Lucrecia no dejó 52.000 pesos de deuda en su pueblo, sino casi 90.000, fruto de los intereses de los prestamistas de dinero, que es otro de los negocios redondos de este tráfico ¡legal de emigrantes. La tragedia se extiende ahora también a sus familiares, sobre los que recae el peso de esta deuda. La familia de Lucrecia, humilde y sin apenas recursos, no tiene dinero.

La joven dominicana asesinada en Madrid se buscaba la vida en el pueblo planchando para la calle, vendiendo carbón vegetal, haciendo en casa dulces de coco o recaudando dinero para una caja de ahorros extrabancaria que le pagaba a porcentaje.

Trinidad, su marido, se sigue buscando todos los días -y aún más ahora con el dolor de esta muerte- la vida por los campos de Vicente Noble. Unos días en la cosecha del coco, otros en la del tomate y el resto, siempre que lo contraten, en la caña o en ,el banano.

En su carta, Lucrecia, obsesionada con una especie de Eldorado español, le comunicaba a su marido: "Cuando salga del lío, mi amor, te mandaré 2.000 dólares para que dejes el campo y puedas montar un negocio mejor".

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