Cartas al director

Expo prolongada

En el número de la edición internacional de EL PAÍS del 6 de julio aparece un comentario del arquitecto Ricardo Bofill sugiriendo que, dado el éxito obtenido, se debería prolongar a un año, y quizá a más, la Expo de Sevilla.Dicen que el hombre es el solo animal que tropieza dos veces en la misma piedra, y para evitarle este contratiempo, le aconsejo al señor Bofill que consulte con Montreal respecto a su sugestión. La Expo de Montreal, como ahora la de Sevilla, tuvo en 1967 un gran éxito. Este éxito de la Expo de Montreal incitó a nuestro gran soñador de alcalde de la época, monsieur Dr...

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En el número de la edición internacional de EL PAÍS del 6 de julio aparece un comentario del arquitecto Ricardo Bofill sugiriendo que, dado el éxito obtenido, se debería prolongar a un año, y quizá a más, la Expo de Sevilla.Dicen que el hombre es el solo animal que tropieza dos veces en la misma piedra, y para evitarle este contratiempo, le aconsejo al señor Bofill que consulte con Montreal respecto a su sugestión. La Expo de Montreal, como ahora la de Sevilla, tuvo en 1967 un gran éxito. Este éxito de la Expo de Montreal incitó a nuestro gran soñador de alcalde de la época, monsieur Drapeau, a conservar todos los edificios y a dar así al mundo una oportunidad inigualable de disfrutar indefinidamente de esa atmósfera de alegría y de convivencia internacional que reinó ese verano en Montreal. Los países y las organizaciones participantes se apuntaron como un solo hombre a la idea del señor Drapeau, ya que, esto les eximía automáticamente de la obligación contractual propia a este tipo de ferias que consiste en tener que desmontar, pagándolo de su propio bolsillo, todas las instalaciones de las que se es responsable. El señor Drapeau, raudo y presto, le compró, por un dólar simbólico, su edificio a cada uno de los participantes, y todos se fueron contentísimos y dando un gran suspiro de alivio, seguros de haber hecho un buen negocio.

No tardó mucho el señor Drapeau en darse cuenta de que se había metido en un verdadero desastre. Los edificios no estaban preparados para una larga vida, y además, el invierno riguroso de estas zonas hizo aparecer este detalle de una manera más que evidente. Pero dada la gran tozudez propia de ese hombre,

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