La ira del rock

Durante los fines de semana, los 'heavy metal' se convierten en los dueños de la línea 130

Los drogadictos son viajeros exquisitos al lado de los clientes de una conocida discoteca de Vicálvaro. Eso es lo que opina Martín, conductor de la 130, resabiado por causa del trato con los heavy metal de esta discoteca. Enseñar el culo por la ventana, romper las ventanillas, optar al título de mejor eructador o negarse a pagar el billete son algunas de las prácticas más difundidas entre los usuarios de, esta línea de autobuses durante las noches de los fines de semana.

El recorrido de la línea 130 abarca buena parte del sur de la capital. En unos 35 minutos el autobús circula en medio...

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Los drogadictos son viajeros exquisitos al lado de los clientes de una conocida discoteca de Vicálvaro. Eso es lo que opina Martín, conductor de la 130, resabiado por causa del trato con los heavy metal de esta discoteca. Enseñar el culo por la ventana, romper las ventanillas, optar al título de mejor eructador o negarse a pagar el billete son algunas de las prácticas más difundidas entre los usuarios de, esta línea de autobuses durante las noches de los fines de semana.

El recorrido de la línea 130 abarca buena parte del sur de la capital. En unos 35 minutos el autobús circula en medio de una exposición de chabolas, descampados y casas humildes que van desde Vicálvaro a Villaverde Alto pasando por Villaverde Bajo y Vallecas. De ahí salen los hijos del sur, del agobio, del asfalto o del heavy metal. Todos, entre los 15 y los 20 y con pantalones ajustados."A un compañero se le metieron hace poco cuatro tíos en fila diciendo que no pagaban. 'Que no, colega, que no pago', le decían. Total, que el compañero llamó a la policía, y los tíos esperaron hasta que llegaron los agentes para enseñar el bono de transporte. O sea, que se habían reído del muchacho de forma descarada".

Los jóvenes rockeros no son amigos de la droga dura. Rara vez son ellos los cacheados por la policía y rara vez se enfrascan en una pelea de lesiones graves. Pero tienen sus propios recursos para divertirse.

El chófer cuenta que entre los adictos al heavy metal se organizan disputados concursos de eructos y flatulencias, a los cuales asiste en calidad de invitado especial. "Otras veces se lanzan escupitajos entre ellos y lo ponen todo perdido", añade.

"Las chicas son peores que, ellos", comenta su compañero. "Es verdad", dice el otro, "a mi me llegaron a decir el otro día, cosas que pondrían colorado a cualquiera: 'Conductor que te voy a comer esto... conductor que te voy tocar lo otro...".

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Un palo en el motor

Hasta que cambiaron los autobuses de la línea, los nocturnos y jóvenes viajeros se entretenían en meter un palo en el motor que aceleraba el vehículo en las cuestas abajo de forma inexplicable para el conductor. "Con el tiempo nos dimos cuenta porque cuando se bajaban quitaban el palo y el autobús volvía a circular con normalidad".

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