La otra cara de la cumbre de Múnich

Férrea vigilancia policial contra los grupos alternativos que protestan frente a la reunión del G-7

Los poderosos del mundo circulan por Múnich en largas caravanas de automóviles de lujo provistas de sobrada escolta. Se alojan en los mejores hoteles, discuten en palacios y se regalan con suntuosos manjares, como si quisieran demostrar que los ricos cada vez están más lejos de los pobres. Pero en esta ocasión, y aunque sea de lejos, físicamente se han acercado a una cierta protesta de la calle, cortada de raíz por la policía.Mientras los presidentes de Estados Unidos, Japón, Alemania, Francia, Reino Unido, Italia, Canadá y la Comunidad Europea discuten en el palacio Residenz sus políti...

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Los poderosos del mundo circulan por Múnich en largas caravanas de automóviles de lujo provistas de sobrada escolta. Se alojan en los mejores hoteles, discuten en palacios y se regalan con suntuosos manjares, como si quisieran demostrar que los ricos cada vez están más lejos de los pobres. Pero en esta ocasión, y aunque sea de lejos, físicamente se han acercado a una cierta protesta de la calle, cortada de raíz por la policía.Mientras los presidentes de Estados Unidos, Japón, Alemania, Francia, Reino Unido, Italia, Canadá y la Comunidad Europea discuten en el palacio Residenz sus políticas concertadas para el próximo curso, organizaciones ecologistas de 18 países parlamentan en un cine de la capital bávara. La diferencia es que los líderes del G-7 trabajan bajo la protección policial y los asistentes a la cumbre alternativa lo hacen bajo una durísima presión de la policía alemana.

Cualquier intento de manifestarse en la calle ha sido abortado. Los incidentes del lunes entre policías y manifestantes, zanjados con más de un centenar de detenciones y una dosis de brutalidad de grueso calibre retransmitida en directo por la televisión, han conseguido que los ciudadanos de Múnich aborrezcan ya ser los anfitriones del acontecimiento. Las calles del centro de la ciudad están tomadas por las fuerzas de. seguridad. Oficialmente hay 9.500 agentes traídos de todo el país, pero parecen muchos más. El propio alcalde ha protestado contra la acción policial.

Pero es que Baviera es así, y sólo Múnich se escapa al dominio de la derecha más reaccionaria. Un muniqués comentaba ayer con rabia que su Estado es uno de los más conservadores de Alemania y que las autoridades "consideran a cada manifestante un radical, y a cada radical, un terrorista en potencia. La gente se irá pensando que Alemania es un Estado policial".

Pero los líderes del G-7. pretenden que todo va bien, aunque el pasado lunes, durante la ceremonia inaugural, tuvieran que escuchar de fondo centenares de silbatos en la calle. También recibieron varios comunicados de la cumbre alternativa y hasta una carta del presidente de las Naciones Unidas, Butros Gali, pidiéndoles mayor comprensión con los problemas del Tercer Mundo.

Mientras tanto, reunidos en un cine, varios centenares de delegados celebraban la ya tradicional cumbre alternativa que se convoca desde hace varios años en paralelo a las reuniones del G-7. Este año, los ecologistas venían especialmente alertados después de lo que ellos consideran "el fracaso de la Cumbre de Río". Entre sus comunicados destaca el de ayer, que analiza en tono de humor las discusiones del G-7 y les felicita por su dedicación al reciclaje: "Los líderes del G-7 demuestran un sólido compromiso con el reciclaje dado que su comunicado político contiene mucho material utilizado en cumbres anteriores".

Más en serio, los delegados de la organización Amigos de la Tierra distribuyeron también un extenso documento que, bajo el título La ruleta rusa, explicaba los problemas de seguridad y medio ambiente en las centrales nucleares de la antigua Unión Soviética. También enviaron a los líderes del G-7 una carta abierta en la que les recordaban los compromisos adquiridos e incumplidos en anteriores cumbres.

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