Cartas al director

Vida de perros

Lad vino a nuestra casa con sólo cuatro semanas de edad. Le dimos papillas y él nos dio malas noches, como cualquier otro bebé. Creció, llegó a pesar 40 kilos; un collie precioso, de pura raza, nervioso, juguetón. El 13 de abril, Lad paseaba con mi hija en el campo, a unos 300 metros de mi casa. Vio un trozo de pan en el suelo y lo comió. Todo ocurrió muy deprisa: babeó, comió hierbas, pudo llegar a casa -temblando, con las patas rígidas-. Murió a las dos horas. El veterinario no pudo hacer nada: un caso claro de envenenamiento, como dice en el certificado que adjunto.

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Lad vino a nuestra casa con sólo cuatro semanas de edad. Le dimos papillas y él nos dio malas noches, como cualquier otro bebé. Creció, llegó a pesar 40 kilos; un collie precioso, de pura raza, nervioso, juguetón. El 13 de abril, Lad paseaba con mi hija en el campo, a unos 300 metros de mi casa. Vio un trozo de pan en el suelo y lo comió. Todo ocurrió muy deprisa: babeó, comió hierbas, pudo llegar a casa -temblando, con las patas rígidas-. Murió a las dos horas. El veterinario no pudo hacer nada: un caso claro de envenenamiento, como dice en el certificado que adjunto.

Lad tuvo una muerte espantosa, dolorosa. ¿Quién puso el pan envenenado en el suelo? ¿Quién está matando a perros y gatos en la Casa de Campo de la misma manera? Si mi hija hubiera comido ese pan y se hubiese muerto, entonces se preocuparían las autoridades de que las restricciones de venta de estricnina y otros venenos mortales se aplicaran a rajatabla.-

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