Las disputas territoriales se recrudecen el el Golfo

De pronto, los más recónditos temores de los Gobiernos del golfo Pérsico están saltando a la vista de todos. Como un fantasma del pasado, viejas disputas entre vecinos se ciernen ahora sobre diversas capitales, cada vez más preocupadas por el impacto que pueden generar contenciosos largamente eclipsados por dos guerras. Los tiempos de paz están viniendo así a corroborar el pronóstico de algunos especialistas en la zona.

Una vez derrotado Irak, decían hace un año, los países del Golfo sacarán al tapete antiguas disputas territoriales como las que Irak aprovechó para invadir Kuwait. Nadie...

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De pronto, los más recónditos temores de los Gobiernos del golfo Pérsico están saltando a la vista de todos. Como un fantasma del pasado, viejas disputas entre vecinos se ciernen ahora sobre diversas capitales, cada vez más preocupadas por el impacto que pueden generar contenciosos largamente eclipsados por dos guerras. Los tiempos de paz están viniendo así a corroborar el pronóstico de algunos especialistas en la zona.

Una vez derrotado Irak, decían hace un año, los países del Golfo sacarán al tapete antiguas disputas territoriales como las que Irak aprovechó para invadir Kuwait. Nadie, por supuesto, traza un paralelo en magnitud ni concibe un desenlace similar. Pero las querellas entre Bahrein y Qatar, Irán y los Emiratos Árabes Unidos (EAU), así como Arabia Saudí y Yemen, han cobrado en menos de un mes una intensidad que sólo augura tensiones y, sobre todo, contratiempos a los planes de establecer la estructura de seguridad colectiva que Washington y sus aliados quisieran ver a corto plazo en la zona.Con una larga historia de disputas entre pueblos nómadas, la región forma hoy un conjunto de países modernos, pero, en muchos casos, con límites fronterizos que se diluyen en la arena o en las aguas del golfo Pérsico.

El primer caso -Qatar y Bahrein- volvió a aflorar poco después de amainada la Tormenta del Desierto, y a pesar de los esfuerzos por restarle importancia, está volviendo a concitar atención entre quienes ven en él un conflicto en potencia.

Qatar ha declarado unilateralmente su soberanía sobre aguas y arrecifes de desconocida riqueza que controla Bahrein, y el asunto ya ha ido a parar a manos de la Corte Internacional de Justicia, en La Haya, en vez de ser sometido -como muchos esperaban- al veredicto de mecanismos regionales especializados corno la Liga Árabe.

Por otra parte, Irán y los Emiratos Árabes Unidos están tratando de circunscribir sus diferencias en tomo a la situación de la minúscula pero estratégica y rica isla de Abu Musa en un marco estrictamente bilateral. Pero aparentemente no han logrado grandes avances. El viaje a Teherán del ministro de Exteriores de los Emiratos Árabes Unidos, Rashid Abudla al-Nuaimi, el martes pasado, demostró la preocupación de los emiratos frente a la decisión iraní de expulsar de la isla a extranjeros empleados por ciudadanos de los EAU.

En teoría, la isla de Abu Musa, a 65 kilómetros de Sharjah y a 75 de las costas iraníes del sur, es compartida por Irán y Sharjah, pero la decisión de Teherán ha sido vista como un intento de ampliar las prerrogativas iraníes.

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Otro idénticamente antiguo y latente contencioso que se suma a las actuales preocupaciones de los Gobiernos del Golfo se refiere a las viejas desavenencias entre Arabia Saudí y Yemen. Diferencias históricas, ideológicas y económicas prometen ampliar aún más la brecha abierta entre Riyad y Saná durante la guerra contra Irak, cuando Yemen se inclinó abiertamente hacia Bagdad. Según diplomáticos basados en la zona del Golfo, la animadversión alcanzó una nueva cota este mes, cuando el Gobierno de Arabia Saudí advirtió directamente a dos compañías petroleras occidentales que trabajan en Yemen que dejaran de explotar hidrocarburos en una zona fronteriza controlada por Yemen, pero que Riyad reclama como de su propiedad. Lo que más irritó a los yemenís fue el hecho de que la poderosa monarquía vecina ni siquiera lo notificó al Gobierno de Saná.

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