Israel, la obsesión por la seguridad

Los habitantes del Estado hebreo no olvidan el pasado y desconfían de todos sus vecinos

La palabra seguridad es el punto de mayor consenso entre los israelíes. Radicales y moderados coinciden, aunque con razonamientos dispares, en trazar uña imagen de pequeño país, rodeado de tierra enemiga por los tres costados -el cuarto es el mar-, al que hay que defender con todos los medios. "Israel no puede permitirse el lujo de perder una sola guerra. Puede ganar muchas y seguir hablando de alcanzar la paz. Pero si pierde una guerra desaparecerá", dice un oficial del Ejército. Un redactor de EL PAÍS recorrió Israel y elaboré este artículo.La palabra seguridad aparece rápidamente en boca de...

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La palabra seguridad es el punto de mayor consenso entre los israelíes. Radicales y moderados coinciden, aunque con razonamientos dispares, en trazar uña imagen de pequeño país, rodeado de tierra enemiga por los tres costados -el cuarto es el mar-, al que hay que defender con todos los medios. "Israel no puede permitirse el lujo de perder una sola guerra. Puede ganar muchas y seguir hablando de alcanzar la paz. Pero si pierde una guerra desaparecerá", dice un oficial del Ejército. Un redactor de EL PAÍS recorrió Israel y elaboré este artículo.La palabra seguridad aparece rápidamente en boca de cualquier interlocutor israelí en toda conversación sobre el conflicto de Oriente Próximo. Seguridad es el motivo aducido para mantener ocupados Gaza y los 3.372 kilómetros cuadrados conquistados a Jordania en la Guerra de los Seis Días (Cisjordania), es la razón esgrimida para no devolver los Altos del Golán ganados a Siria en la misma guerra y es, en definitiva, el nombre que recibe la franja que el Ejército israelí mantiene bajo su poder en el sur de Líbano, desde que el Estado judío decidiera invadir a su vecino del Norte en 1982.

La obsesión por la seguridad se apoya inevitablemente en la memoria del pasado que padeció el pueblo judío. Zvi Bekerman, director adjunto -del Instituto Melitz de Jerusalén, dice pertenecer a "la minoría" de israelíes que está a favor de la devolución de los territorios ocupados en 1967 -"ninguno de los de antes"-, pero se resiste a decir lo mismo de Jerusalén: "A nivel de memoria, la ciudad es tan mía o mucho más que de otros".

En el espectro político de Is rael, la posición de Bekerman en caja en los planteamientos más moderados, de aquellos que defienden la fórmula paz a cambio de territorios. La antítesis la representa, entre otros, Benjamín Netanyahu, ex viceministro de Exteriores y actual director de Información del primer ministro Isaac Shamir. "Si volvemos a la situación imperante antes de la guerra de 1967", sostiene, "Israel tendrá una anchura de 16 kilómetros. Ya tuvimos este territorio antes y ¿qué nos deparó? La guerra".¿Y los palestinos? "Ya existe un Estado palestino llamado Jordania", afirma con rotundidad Netanyahu. "Demográficamente es ya palestino, y geográficamente ocupa el 80% del Mandato de Palestina. Lo único que no tiene es un Gobierno palestino". "El primer paso para una autonomía palestina", añade, "es un tratado de paz entre Israel y Jordania".

Yosi Hadas, director general del Ministerio de Exteriores, dice que el ejercicio del derecho de autodeterminación por el pueblo palestino comportará "un periodo transitorio de cinco años en el que deberemos aprender a convivir juntos". El primer paso, estima, se ha dado con el proceso de paz iniciado en Madrid.

"Presión física moderada"

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Los dirigentes políticos judíos gustan definir a Israel como el único país plenamente democrático de Oriente Próximo. El 22 de octubre de 1986, el Gobierno israelí firmó la Convención contra la Tortura de la ONU, y el 4 de agosto de 1991 procedió a su ratificación. Sin embargo, según el último informe publicado en fecha reciente por el centro israelí de información sobre los derechos humanos en los territorios ocupados, los malos tratos a los palestinos detenidos se han convertido en rutinarios. De los 25.000 palestinos detenidos por las fuerzas israelíes en 1991, al menos 5.000 fueron maltratados durante los interrogatorios.

Desde 1987 las fuerzas de seguridad están autorizadas para el uso de una "presión física moderada" sobre los detenidos.

En aquella fecha, una comisión encabezada por Moshe Landau, ex presidente del Tribunal Supremo, elaboró un informe que consta de dos partes. La primera describe los "hechos" sobre actividades. terroristas hostiles (ATH), las confesiones falsas obtenidas con los métodos policiales y las justificaciones del uso de la presión física.

La segunda parte es secreta y jamás ha sido publicada, pero se sabe que establece las directrices de los métodos autorizados de interrogatorio.

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