Tribuna:EL RETO DE IZQUIERDA UNIDA

La realidad nos clama

El articulista expresa en estas líneas su convencimiento de que el proyecto socialista de Felipe González se ha agotado. Ese agotamiento, en su opinión, ha provocado una generalizada falta de ilusión que hace más necesaria que nunca la alternativa de Izquierda Unida. El diseño de IU, definido en la II Asamblea Federal como movimiento político y social, está muy lejos de haberse agotado, afirma.

Un proyecto político se ha agotado: el de Felipe González. Un agotamiento que comenzó a vislumbrarse cuando, de manera nítida, el impulso del cambio de 1982 comenzó a derivar, tanto en los conten...

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El articulista expresa en estas líneas su convencimiento de que el proyecto socialista de Felipe González se ha agotado. Ese agotamiento, en su opinión, ha provocado una generalizada falta de ilusión que hace más necesaria que nunca la alternativa de Izquierda Unida. El diseño de IU, definido en la II Asamblea Federal como movimiento político y social, está muy lejos de haberse agotado, afirma.

Un proyecto político se ha agotado: el de Felipe González. Un agotamiento que comenzó a vislumbrarse cuando, de manera nítida, el impulso del cambio de 1982 comenzó a derivar, tanto en los contenidos como en los objetivos, hacia las antípodas de su formulación primitiva.Y ese agotamiento ha cuajado en una generalizada pérdida de ilusión como consecuencia de la caída de la última ficción. Hasta hace poco tiempo la política conservadora de González coexistía con un lenguaje izquierdizante y populista por parte de algunos mentores máximos del PSOE, que servía como anestesia para la reconversión profunda de un partido y de una política. Y es que el discurso izquierdizante y la práctica conservadora no pueden mantenerse simultáneamente durante mucho tiempo sin incurrir en esquizofrenia. Al final, el discurso tiene que plegarse ante la realidad: el discurso, el lenguaje y los valores propugnados ahora por la dirección del PSOE son ya conservadores.

Una frustración y un desencanto que se asientan en tres pilares:

- La política económica y sociál de corte neoliberal.

- La corrupción derivada de un ejercicio inmoderado y abusivo el poder.

La sustitución de los valores de ética, esperanza y acción colectiva por lo que podríamos llarnar valores coartada, justificadores de la acción política gubernamental.

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El precipitado final de este proceso es evidente:

- Deterioro de las condiciones sociales de vida de los trabajadores, asalariados en general y capas medias.

- Desarticulación y desagregación de la sociedad civil.

- Contestación y protesta generalizada por parte de amplísimos sectores y colectivos.

Un clamor

Esta realidad es un clamor, una llamada imperiosa a la responsabilidad política de Izquierda Unida. Nunca como hasta hoy el discurso de IU, centrado en la construcción de la alternativa, se ha hecho más evidente y más palpable.

Una construcción que no es otra cosa que la autoorganización de la sociedad civil en torno a políticas de cambio y en torno a políticas de participación y de ilusión, confianza y seguridad de la sociedad en sí misma y en las instituciones democráticas.

Y esto sólo es posible desde la aplicación profunda y consecuente de lo que hemos venido preconizando como una característica esencial en IU: la concienciación, la movilización y la participación en la construcción de propuestas alternativas, es decir, la elaboración colectiva.

Y ello implica también una concepción de IU (la que diseñamos en la II Asamblea Federal) en la que la horizontalidad en las relaciones y conexiones con otros colectivos y organizaciones se den en el terreno de la problemática concreta y su respuesta en el marco del territorio: barrio, sector, comunidad autónoma, Estado español, Europa.

Todo lo anterior conduce a un replanteamiento, muy a fondo, de las formas de acción política. Está claro que las instituciones depositarias de la soberanía popular son las que legalizan y legitiman, en un Estado de derecho, las propuestas, los proyectos y las decisiones. Sin embargo, eso, que es incuestionable, necesita para un mejor cumplimiento y desarrollo del concepto democracia de amplios, interconexionados y motivadores canales de participación. Se trata, en definitiva, de devolver a los ciudadanos, por vía de evidencia, el noble, amplio y profundo contenido del concepto política.

En consecuencia, mantengo que el diseño de IU, definido en la II Asamblea Federal como movimiento político y social, está muy lejos de haberse agotado. Y está muy lejos porque apenas lo hemos desarrollado. Un concepto que implica la pluralidad y, por tanto, la evidencia de que en el seno de IU cada cual tiene el derecho a ser distinto y específico; y a serlo de manera evidente, notoria. Esa pluralidad, que en el fondo es enriquecimiento y capacidad de ampliación constantes, sólo se autolimita, en el programa común y en la línea política también común.

Cuestión secundaria

Desde estos supuestos, desde estos objetivos y desde la apuesta profunda por la transformación es como una IU plenamente soberana puede estar en condiciones de recoger, impulsar y proyectar el clamor que la realidad nos está lanzando. A partir de ahí, y como cuestión muy secundaria y de mero trámite, por imperativo de la legalidad, es como debe plantearse la cuestión de la inscripción en el registro correspondiente. Una inscripcion que respete y plasme la soberanía plena de IU y la reafldadjurídica y/o política de las distintas pluralidades.

Si fuésemos capaces de ilusionar, de proponer un proyecto que hiciese posible que ese porcentaje tan elevado y creciente de la abstención sintiese la necesidad de autoorganizarse, las cosas cambiarían en España. Creer que se puede hacer girar a otros simplemente por moderarnos teórica, política y programáticamente es una contradicción irresoluble. Solamente una IU fiel a sí misma, a su proyecto, a su discurso propio e independiente y a los que trabajan en ella o apuestan por ella es capaz de generar una dinámica que por sú fuerza social e institucional arrastre a otros a estas posiciones.

Ése es nuestro reto; a él nos debemos. Es por ese proyecto, y en nombre del mismo, por el que luchamos y mantenemos nuestra presencia en la vida política. Otra opción diferente no merece, al menos para el que esto escribe, ni un minuto de su tiempo y de su dedicación en tareas de representación, de responsabilidad y esfuerzo singulares. Y ello porque el cambio, el auténtico cambio, sigue siendo una necesidad que IU debe asumir con todas sus consecuencias. En eso merece la pena quemarse.

Julio Anguita González es secretario general del PCE y miembro de la presidencia de IU.

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