Cartas al director

Madrid cultural 92

"Una de las dos Españas ha de helarte el corazón". Lo dijo Machado hace 75 años, pero aún está vigente. Y es que es triste y negra la historia que voy a contar. Fui monitor de alfabetización y cultura general en tres hogares del Inserso en Madrid. En centros de tercera edad de barrios periféricos de esta castigada metrópoli. Después de tres años de esfuerzos, 40 personas de más de sesenta y cinco años de edad, curtidas por el sufrimiento, la lucha y la pobreza, empezaron a ver la luz de la cultura. Una anciana de 81 años leyó y escribió sus primeras letras. Otro día nos fuimos a ver a Velázque...

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"Una de las dos Españas ha de helarte el corazón". Lo dijo Machado hace 75 años, pero aún está vigente. Y es que es triste y negra la historia que voy a contar. Fui monitor de alfabetización y cultura general en tres hogares del Inserso en Madrid. En centros de tercera edad de barrios periféricos de esta castigada metrópoli. Después de tres años de esfuerzos, 40 personas de más de sesenta y cinco años de edad, curtidas por el sufrimiento, la lucha y la pobreza, empezaron a ver la luz de la cultura. Una anciana de 81 años leyó y escribió sus primeras letras. Otro día nos fuimos a ver a Velázquez al Museo del Prado; otro, comprendieron, en el Museo de Ciencias Naturales, que el mundo no se creó en siete días. Los más avanzados leyeron conmigo a Gómez de la Serna, a Baroja, a Clarín, a García Márquez. Muchos ya conocen a Miguel Hernández y a Blas de Otero, y los comprendieron.

Las semanas que hablamos (tras leerla) de la Constitución, hubo un fuerte y animado debate. Algo así ocurrió después de ir a ver ¡Ay, Carmela! a un cine del centro. Todo esto es un botón, aunque hubo muchos más. Aquellas personas empezaron a tomar constancia de su personalidad plena. A sus más de sesenta y cinco años ganaron en inquietudes, hicieron preguntas y obtuvieron respuestas. Por primera vez en su vida, y quizá justo a tiempo, habían cogido el hilo del saber y estaban entusiasmadas.

De repente, todo ha terminado. Los acuerdos de Maastricht (pobres, no han tenido tiempo de aprender dónde queda esa ciudad), el recorte del déficit (¿por qué en servicios socioculturales?), la zoquetería de un subdirector provincial sin escrúpulos, la pobreza de miras de muchos, le ha puesto fin. Ahora sólo les queda encerrarse en casa, enlazando telenovelas, o jugar a las cartas en el bar. Porque, aunque digan lo contrario, no existen centros públicos adecuados para enseñarles y, "a esta edad, ¿adónde vamos a ir ya ... ?".-

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