Tribuna:

Vascos

Hubo en mi país hace años un famoso corredor de campo a través que ganaba a cuantos le desafiaban. Es imbatible, decían los aldeanos, el mejor del mundo. Alguien tuvo la idea de enfrentarle a un campeón belga de cross, una figura de fama internacional. Casi tanta como la de aquel Dorando Pietri, el italiano que ganó el maratón de 1908, en Londres, y fue luego descalificado por la ayuda que le prestaron los jueces de pista: hasta cinco veces cayó y otras tantas le levantaron antes de llegar a la meta mientras el público se dividía entre quienes pedían a gritos que alguien le ayudase y quienes p...

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Hubo en mi país hace años un famoso corredor de campo a través que ganaba a cuantos le desafiaban. Es imbatible, decían los aldeanos, el mejor del mundo. Alguien tuvo la idea de enfrentarle a un campeón belga de cross, una figura de fama internacional. Casi tanta como la de aquel Dorando Pietri, el italiano que ganó el maratón de 1908, en Londres, y fue luego descalificado por la ayuda que le prestaron los jueces de pista: hasta cinco veces cayó y otras tantas le levantaron antes de llegar a la meta mientras el público se dividía entre quienes pedían a gritos que alguien le ayudase y quienes pedían lo contrario para evitar la descalificación. En mi país no hubo división de opiniones, y por eso pasó lo que pasó.Se concertó el recorrido, de Zarauz a Aya, y las demás condiciones del desafío. El día de la prueba amaneció bochornoso y el belga pidió que se aplazase 24 horas. Los aldeanos cruzaban guiños: bildurre, decían, canguelo es lo que tiene ése. Y apostaban por el otro, el bravo Etxenagusía. Salió el vasco a gran tren y pronto cobró una ventaja considerable. Se discutía sobre si le sacaría al belga media hora o una entera.

Ya tenía la llegada a la vista cuando Etxenagusía se detuvo haciendo señas de no poder continuar. Los que habían apostado pasaron de la sorpresa al desconcierto. "Sigue, aurrera", apremiaban. Y como no lo hiciera: "Vendido, traidor". Entretanto, el belga, paso corto y mirada larga, superaba al nuestro, alcanzaba el alto y cruzaba la línea. Al vencedor le dieron lo convenido y al vencido se lo llevaron a casa.

Murió 48 horas después. Se supo entonces que no era un vendido, que hasta el final había sido el bravo Etxenagusía, el mejor korrikolari de Guipúzcoa, pero no el mejor corredor del mundo. Esto ocurrió hace bastantes años, por los de la Olimpiada de Amberes o así.

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