Cartas al director

Conciencia y Estado

Nuestros mínistros de Justicia y Defensa se muestran muy preocupados ante una reciente sentencia judicial que decidía no penalizar a un insumiso. Se nos habla de "un atentado contra la soberanía del Parlamento". Al primarse así la conciencia individual sobre las leyes del Estado nos deslizaríamos por una peligrosa pendiente que acabaría por poder justificar incluso el terrorismo. Un punto de vista realmente inquietante, dado lo perversa que resulta la compa-ración.La baza del disenso (defendida entre nosotros por Javier Muguerza) se caracteriza precisámente por no atentar con tra nada ni contr...

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Nuestros mínistros de Justicia y Defensa se muestran muy preocupados ante una reciente sentencia judicial que decidía no penalizar a un insumiso. Se nos habla de "un atentado contra la soberanía del Parlamento". Al primarse así la conciencia individual sobre las leyes del Estado nos deslizaríamos por una peligrosa pendiente que acabaría por poder justificar incluso el terrorismo. Un punto de vista realmente inquietante, dado lo perversa que resulta la compa-ración.La baza del disenso (defendida entre nosotros por Javier Muguerza) se caracteriza precisámente por no atentar con tra nada ni contra nadie. Quien la profesa sólo suele perjudicarse a sí mismo, al no secundar determinadas reglas de juego que le parecen inaceptables. Con su omisión, el objetor insumiso no lesiona ningún interés ajeno y, por ello, no atenta contra la principal misión de las leyes jurídicas (hay otras), que se cifra en protegemos de tales lesiones.

El problema es muy otro. En una época en la que sólo una ONU donde no existieran potencias hegemónicas debiera verse pertrechada de unas fuerzas armadas destinadas a conjurar posibles conflictos bélicos, nos empecinamos en mantener un Ejército que no sea exclusivamente profesional. Desde luego, nos hallamos ante un agravio comparativo, pero éste no estriba en que los insumisos incumplan con sus deberes al no asumir obligaciones presuntamente parangonables a las acatadas por los quintos, sino en que cierto colectivo (del que, sin ir más lejos, queda marginado el sector femenino de la población) haya de familianzarse con una determinada profesión, cual es la militar.

Desde luego, si las ocupaciones de la prestación social son realmente necesarias, éstas deberían servir para generar empleo y hacer disminuir el alarmante incremento de nuestra tasa de paro. La otra posibilidad, es decir, que resulten un tanto artificiales, requeriría más de una explicación.

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Tal y como ha sido concebido, el servicio social, lejos de ser sustitutorio, tiene un marcado carácter expiatorio y, como toda penitencia, debería ser voluntaria. Por ello, celebro sobremanera que algunos jueces pretendan corregir los yerros de nuestros infalibles legisladores.- .

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