Cartas al director

Hacienda no somos todos, segunda parte

El año pasado, en carta a EL PAÍS (30 de diciembre de 1990), exponía mi descontento con Hacienda ante el retraso sistemático en las devoluciones a cuenta, que por derecho me correspondían. Yo, entonces, aún no sabía cuánto me tocaría esperar.Fue el 7 de febrero, fecha en que expira el plazo que se autoconcede el Ministerio para liquidar sus deudas con los ciudadanos, cuando presenté una reclamación, advirtiendo que denunciaría el hecho ante el juzgado de guardia. Grave error porque, isorpréndanse!, la devolución me llegó al día siguiente. Pero ha pasado un año, y estamos en las mismas.

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El año pasado, en carta a EL PAÍS (30 de diciembre de 1990), exponía mi descontento con Hacienda ante el retraso sistemático en las devoluciones a cuenta, que por derecho me correspondían. Yo, entonces, aún no sabía cuánto me tocaría esperar.Fue el 7 de febrero, fecha en que expira el plazo que se autoconcede el Ministerio para liquidar sus deudas con los ciudadanos, cuando presenté una reclamación, advirtiendo que denunciaría el hecho ante el juzgado de guardia. Grave error porque, isorpréndanse!, la devolución me llegó al día siguiente. Pero ha pasado un año, y estamos en las mismas.

Es el caso que, por asuntos de intereses de vivienda con el Hipotecario -que merece capítulo y carta aparte-, el importe de las devoluciones que me atañe suele ser elevado, superior al presupuesto de una familia media en diciembre -regalos incluidos-, lo cual me aboca a la conclusión de que Hacienda vive con un préstamo mío permanentemente, siendo ella quien fija sus normas de intereses y devoluciones, así como las sanciones por incumplimiento.

Dado que los ciudadanos de a pie no disponemos de patente de corso para pagar, cobrar o devolver a nuestro antojo, no resulta lógico, ni siquiera mínimamente ético, que se, nos incluya asociados a la entidad que nos extorsiona.

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Que Hacienda no somos todos es un hecho tan evidente tomo la extorsión que se me hace: el dinero que se me retuvo indebidamente en enero de 1990 no se me va a devolver, presumiblemente, hasta febrero o marzo de 1992, y previa reclamación por mi parte.

Claro, que este año no les avisaré de lo de la denuncia que seguirá. Me pica el morbo por ver cómo actuarán. Y por si también les pica la curiosidad a los amigos de EL PAÍS, prometo contárselo el año próximo. ¡Felicidades!.-

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