Tribuna:

Tarjetas

Dicen que a Txiki Benegas le han quitado la tarjeta del PSOE. No, no me estoy refiriendo al tradicional carnet de afiliación con más de 100 años de honradez entre las tapas, sino a una tarjeta con muchos menos años y menos de todo: la visa oro a cargo de las arcas del partido. Tarjeta que, dicho sea entre nosotros, me parece que ha desbancado últimamente al clásico carnet en, cuanto a símbolo de la ardiente militancia. O sea, que quizá fuera más importante que te dieran la visa a que te dieran el carnet; y es probable que cuanto más medrases y ascendieses dentro del partido y de la caus...

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Dicen que a Txiki Benegas le han quitado la tarjeta del PSOE. No, no me estoy refiriendo al tradicional carnet de afiliación con más de 100 años de honradez entre las tapas, sino a una tarjeta con muchos menos años y menos de todo: la visa oro a cargo de las arcas del partido. Tarjeta que, dicho sea entre nosotros, me parece que ha desbancado últimamente al clásico carnet en, cuanto a símbolo de la ardiente militancia. O sea, que quizá fuera más importante que te dieran la visa a que te dieran el carnet; y es probable que cuanto más medrases y ascendieses dentro del partido y de la causa, más crédito tuviera tu tarjeta de ídem, hasta llegar a la gloria política final de la visa dorada.Pues bien, ahora resulta que el PSOE está en quiebra, que le comen las deudas. Se ve que, desmontadas las Filesas y demás empresas de captación de fondos, andan con las cuentas muy apretadas. Y por eso dicen que les han quitado a todos la visa oro, o al menos que les han ordenado que no la usen. Imagínense qué trauma: pasar del más frenético tronío a la miseria. Además de ser un rudo golpe para la hostelería: a ver de qué van a vivir ahora los pobres restaurantes de superlujo nacidos al calor de estos manirrotos.

Menos mal que aún queda el sector público. Esto es, muchísimos altos cargos de la Administración son socialistas. Y casi todos ellos tienen su tarjetita, si bien a cargo de Estado. Leo en EL PAÍS que, en una comida reciente, Txiki le pidió al ministro Eguiagaray que pagara el almuerzo, para que no gravara las extenuadas arcas del partido. Así es que, por lo que se ve, el rumbo y el brillo van a seguir igual. Esa alegría, ese correr del vino, esa proliferación de restaurantes finos, ese señorío de mantel bordado. Sólo que ahora los festines pueden acabar saliendo íntegramente de nuestros bolsillos ciudadanos.

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