Tribuna:

'Trenka'

Resulta que ha vuelto con furor esta prenda sesentayochera, tan denigrada desde los falaces ochenta por quienes empezaron cambiando de atuendo y acabaron por hacerse una liposucción de ética. Bien, otra vez está aquí, en tiendas y grandes almacenes, triunfando entre los jóvenes, con su práctica capucha y sus inconfundibles trabillas. Hubo gente que nunca la arrojó cual prófuga de su armario y que ahora, cuando la luzca, ya no tendrá que aguantar las ironías de los que se aggiornaron con tanta rapidez que no se dieron cuenta de que se quedaban con el trasero al aire, por mucha mod...

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Resulta que ha vuelto con furor esta prenda sesentayochera, tan denigrada desde los falaces ochenta por quienes empezaron cambiando de atuendo y acabaron por hacerse una liposucción de ética. Bien, otra vez está aquí, en tiendas y grandes almacenes, triunfando entre los jóvenes, con su práctica capucha y sus inconfundibles trabillas. Hubo gente que nunca la arrojó cual prófuga de su armario y que ahora, cuando la luzca, ya no tendrá que aguantar las ironías de los que se aggiornaron con tanta rapidez que no se dieron cuenta de que se quedaban con el trasero al aire, por mucha moda de España que le echaran a su guardarropa.Lo bueno de la trenka es que no admite la intrusión del diseño. Imposible imaginarla con anchas hombreras, pinzas en el caderamen o cualquier otro truco embellecedor: es lo que es, y no puede ser otra cosa. Impecable y sencilla, como algunas biografías.

Otras biografias, en cambio, se pueden camuflar con adornos de finos estilistas. Se pueden silenciar, e incluso cambiar. Quise creer el otro día, viendo la foto de Felipe González sudando junto al demócrata Obiang, que el presidente transpiraba al pensar en los presos guineanos que reciben picana y otras torturas en la antigua colonia española (no lo afirmo yo: es un informe de Amnistía Internacional). Quise creer que el señor González estaba recordando otros sudores, en un desierto, el de los saharauis, y en otro tiempo, un tiempo con honor y con memoria. Que estaba echando las grasillas por la piel porque sentía remordimientos: por las promesas rotas y las causas olvidadas.

Pero el pie de foto era contundente: sudaba porque hacía calor. Y mientras lo hacía, introdúcia una nueva delicia del diseño: el capítulo de su autobiografia que se podría titular Amnesias de África.

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