El liderazgo moderado de Faisal al Huseini

El jefe de la delegación palestina llega a Madrid confiado en el futuro de su pueblo

Faisal al Huseini tiene el perfil del hombre que falta en la delegación judía: un moderado reconocido como líder tanto por sus interlocutores como por su pueblo, el palestino. De 51 años, tiene una voluntad de hierro que no han logrado doblar ni el año de cárcel de 1967, ni los tres arrestos domiciliarios que sumaron 18 meses en la década de los ochenta, ni los repetidos interrogatorios policiales, los últimos este mismo año. Su principal característica es, sin embargo, su disposición al diálogo, a la búsqueda de fórmulas que conviertan en realidad el anhelo de su pueblo de tener una patria so...

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Faisal al Huseini tiene el perfil del hombre que falta en la delegación judía: un moderado reconocido como líder tanto por sus interlocutores como por su pueblo, el palestino. De 51 años, tiene una voluntad de hierro que no han logrado doblar ni el año de cárcel de 1967, ni los tres arrestos domiciliarios que sumaron 18 meses en la década de los ochenta, ni los repetidos interrogatorios policiales, los últimos este mismo año. Su principal característica es, sin embargo, su disposición al diálogo, a la búsqueda de fórmulas que conviertan en realidad el anhelo de su pueblo de tener una patria sobre un territorio reconocido internacionalmente.Presidente de la Sociedad de Estudios Árabes, Faisal al Huseini encabeza finalmente la delegación palestina que, por primera vez, tras las heridas de la guerra de 1967, establecerá una negociación directa con la potencia ocupante, Israel. Al Huseini es tal vez uno de los pocos palestinos que nunca tuvieron problemas de conciencia para hablar con los judíos. Se entrevistó con conservadores, como el miembro del comité central del gobernante Likud, Moshe Amirav, allá por el año 1987, e incluso con ultranacionalistas como el rabino Fruman, partidario de la colonización de los territorios ocupados y miembro del movimiento Gush Emunim.

Tendida a las faldas del monte de los Olivos, la amplia vivienda de este político nato está abierta a moros y cristianos, a pesar de los guardaespaldas que vigilan a los que se acercan. "Hemos aprendido a diferenciar entre el sueño legítimo y la realidad, entre la justicia pura y la justicia posible. Ha sido difícil renunciar al sueño y aceptar la justicia posible", dijo en febrero de 1990 a este periódico.

Pertenece a una de las familias con más solera de toda Palestina. Es sobrino nieto del gran mufti de Jerusalén, jeque Haj Amin al Huseini, e hijo del mártir Abdul Qader, jefe militar caído en la defensa de su tierra en la primera guerra entre árabes y judíos, en 1948. Él, personalmente, simboliza a toda la diáspora palestina: nació en Bagdad en 1940, realizó sus primeros estudios universitarios en El Cairo y los continuó en la Universidad de Beirut. Fue funcionario de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) en Siria, Líbano y Jordania, pero hoy día se ve obligado a negar cualquier afiliación a la OLP como método para continuar la lucha de esta organización dentro de Jerusalén, cuya residencia obtuvo en 1977.

Es culto, refinado, simpático, dispuesto a una broma o a una sonrisa. Ha sido capaz de ganarse la confianza del secretario de Estado norteamericano, James Baker, y aunque no lo reconozcan, sin duda, hay muchos israelíes que no tendrían inconveniente en tenerle como presidente de un Estado vecino, casi hermano, aunque la religión y los avatares históricos hayan distanciado tanto a dos pueblos que se empeñan en tener la misma capital.

Faisal al Huseini llega a Madrid con la confianza en el futuro de su pueblo que siempre le caracterizó. Jamás en ninguna entrevista expresó cansancio por la lucha; siempre estaba seguro de que la victoria estaba un poco más cerca. De ahí su ascendencia sobre los palestinos tanto dentro de los territorios ocupados como en la diáspora, su compromiso con la Intifada, la revolución de las piedras que insiste en que no ha terminado.

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