San Isidro

En la catedral -provisional- de San Isidro, los asistentes a la misa de doce son matrimonios o individuos solitarios mayores. No hay niños, y la presencia de tres muchachas jóvenes destaca por ser las únicas entre las 220 personas congregadas. En la puerta principal de la iglesia, cuatro personas atienden el puesto del Movimiento Católico Español, donde se venden publicaciones, pegatinas e incluso botellas de vino con la efigie de Francisco Franco. Cerca de ellos, tres indigentes apelan a la caridad cristiana. Alrededor, la calle de Toledo está abarrotada por los clientes del Rastro.Nada de cá...

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En la catedral -provisional- de San Isidro, los asistentes a la misa de doce son matrimonios o individuos solitarios mayores. No hay niños, y la presencia de tres muchachas jóvenes destaca por ser las únicas entre las 220 personas congregadas. En la puerta principal de la iglesia, cuatro personas atienden el puesto del Movimiento Católico Español, donde se venden publicaciones, pegatinas e incluso botellas de vino con la efigie de Francisco Franco. Cerca de ellos, tres indigentes apelan a la caridad cristiana. Alrededor, la calle de Toledo está abarrotada por los clientes del Rastro.Nada de cánticos, nada de flores en el altar. La homilía, de tono didáctico y repetitiva en exceso. El párroco acusa de prostitución a los que rompen el vínculo matrimonial y recuerda que los excesos del que se guía por los instintos llevan al tedio y al vómito. Un asistente comenta al final de la misa que se trataba de regalar los oídos a los presentes: "Todos los que están aquí tienen más de 60 años, probablemente nunca se divorciarán".

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