Tribuna:

De cine

Como me eduqué en el cine, hay pérdidas de derechos que me machacan doblemente cuando los he aprendido en pantalla. Ahora mismo me solivianta pensar que ya nunca, mi amor, podré pronunciar la frase "¿Trae usted consigo un mandamiento judicial?" cuando la poli aporree mi puerta para comprobar que me estoy drogando con Vientre de alquiler. Verdaderamente, hemos caído más bajo que los cubanos de Corrupción en Miami, que, para indignación de Don Johnson, disfrutan del privilegio de que la ley les considere inocentes hasta que se demuestre lo contrario.

Semejante reflexión,...

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Como me eduqué en el cine, hay pérdidas de derechos que me machacan doblemente cuando los he aprendido en pantalla. Ahora mismo me solivianta pensar que ya nunca, mi amor, podré pronunciar la frase "¿Trae usted consigo un mandamiento judicial?" cuando la poli aporree mi puerta para comprobar que me estoy drogando con Vientre de alquiler. Verdaderamente, hemos caído más bajo que los cubanos de Corrupción en Miami, que, para indignación de Don Johnson, disfrutan del privilegio de que la ley les considere inocentes hasta que se demuestre lo contrario.

Semejante reflexión, así como otras, me la hice el domingo por la tarde, precisamente en el cine. Reconozco que tenía un domingo por la tarde de los de salir con escapulario. Quizá porque un par de noches antes había estado reporteando en Villaverde, con los encantadores vecinos antigitanos, ráfagas de La jauría humana se mezclab an con la cinta que estaba viendo, y me preguntaba en la oscuridad qué va a ser de la gente que todavía creemos en los derechos humanos, qué clase de convivencia vamos a mantener con una ciudadanía que, en nombre de la seguridad y el orden, se entrega a la quema de chabolas y al rechazo de niños en los colegios.

En lo que a mí respecta, ya no puedo vivir sin la sospecha. Allí mismo, en el cine, me preguntaba si mis compañeros de sala pertenecian a la especie de los linchadores potenciales. Había visto al público seguir con silenciosa atención los trailers de Stallone y sus secuelas policiacas y brutales. En mis tiempos -este tiempo racista y desideologizado de hoy no es el mío, lo abomino-, a los fachas de película también los abucheábamos.

Me niego a hacer de extra perdedora en una superproducción rodada en Atlanta con música de Morena Clara.

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