Editorial:

Las quejas de los turistas

LA CRISIS de los Balcanes y la potencial inestabilidad del Magreb han canalizado hacia España una parte del turismo absorbido estos últimos años por países como Yugoslavia o Túnez, con lo que es posible que el descenso de afluencia registrado en el primer semestre se vea compensado en la segunda parte del año. Ello concede a la industria turística española un cierto respiro. Pero el carácter azaroso de los factores que lo han determinado deja escaso margen al optimismo respecto al futuro. Y si es cierto que la crisis del sector lleva tantos años anunciándose como aplazándose, lo mismo ocurre c...

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LA CRISIS de los Balcanes y la potencial inestabilidad del Magreb han canalizado hacia España una parte del turismo absorbido estos últimos años por países como Yugoslavia o Túnez, con lo que es posible que el descenso de afluencia registrado en el primer semestre se vea compensado en la segunda parte del año. Ello concede a la industria turística española un cierto respiro. Pero el carácter azaroso de los factores que lo han determinado deja escaso margen al optimismo respecto al futuro. Y si es cierto que la crisis del sector lleva tantos años anunciándose como aplazándose, lo mismo ocurre con los remedios que con carácter preventivo se proponen cada temporada. Sea como sea, lo que sí parece estar claro son los motivos de descontento de los turistas, registrados en parte por los consulados de los principales países de origen de nuestros visitantes.Tres son las quejas principales que exponen los turistas: la degradación medioambiental, la inseguridad y la mala calidad de los servicios. A la ausencia o el mal estado de infraestructuras básicas se une el escaso respeto por el entorno paisajístico que han demostrado muchos de los promotores turísticos, y no sólo ellos, amparados en la permisividad de las instituciones públicas. El resultado es que el principal reclamo que ofrece España -clima y paisaje- pierde atractivo de año en año. No se: puede promover un turismo de masas, que llega a duplicar y triplicar la población habitual de muchas poblaciones en, verano, sin prever el desgaste que ello comporta y, la necesaria reposición y mantenimiento de bienes y servicios. Esta falta de previsión fía conducido a un estado de degradación que la Administración no ha logrado paliar a pesar de los esfuerzos de los últirnos años.

Tampoco el incremento de los efectivos policiales parece haber mejorado la seguridad de los visitantes. Y aunque el problema no es exclusivo de España -en Brasil aconsejan a los turistas rio salir a la calle con el reloj en la muñeca-, el incremento de delitos como los robos y desvalijarnientos en ruta afecta también muy negativamente a la imagren del país.

El tercer factor de descontento, la mala calidad de los servicios, es el principal agente en el deterioro de la imagen de España como país receptor de turismo. Es evidente que algo no funciona en una industria que se ve obligada a aceptar a menuclo precios por debajo del coste del servicio porque no tiene demanda propia y está cautiva de los poderosos operadores turísticos extranjeros. La política forzada de redu,eción de precios se hace al fin a costa de lacalidad del servicio. Y esto reduce a su vez la demanda. La rebaja de costes comporta reducción de plantillas la consolidación de un mercado laboral eventilal y poco cualificado, lo que añade a la insatisfacción del usuario las desagradables consecuencias de un trato a menudo nada esmerado. La propia Administración y la parte más responsable del sector turístico han apuntado ya algunas soluciones para mejorar la oferta turística y promover un turismo de mayor calidad. Pero para ello es necesaria una decidida política de cambios que renueve el sector y rompa la actual espiral de degradación en que se encuentra.

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España ha desarrollado la industria del turismo pensando que existía la máquina del movimiento continuo. Las primeras oleadas masivas de extranjeros que llegaron con la única amblicón de tostarse hicie ron creer a los amigos del neogocio fácil que bastaba con tener sol. Fue un grave espejismo. Mientras España fue un país barato, nadie se creía con derecho a exigir casi nada. Todo iba en el precio: el sol y, también, los desastres de la vida cotidiana. Ahora, España es un país caro, y para seguir siendo competitivo en el sector del turismo masivo, los hoteles deben someter sus tarifas a los avariciosos cálculos de las grandes agencias. Siguen llegando turistas, pero turistas que apenas pueden salir del hotel y la playa, porque la España que encuentran no es la que imaginaron al programar sus vacaciones: ni en calidad ni en precios.

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