Tribuna:

El desastre que surgió del frío

La mayor caída de la historia ya no es historia. En todo el mundo, los índices se desplomaron nada más abrirse las sesiones. En una situación tan clara los puntos de apoyo del dinero -dólar y oro- son muy evidentes y dado que nadie apuesta por una rápida recuperación, la mayoría aguanta el trago con altísimas despreciaciones aunque cantadas con la antelación de varias horas. Ayer no se produjo una caída de las bolsas causada por factores intrínsecos al funcionamiento de los mercados porque en términos de tiempo real la madrugada de los carros blindados en Moscú había marcado el inicio a...

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La mayor caída de la historia ya no es historia. En todo el mundo, los índices se desplomaron nada más abrirse las sesiones. En una situación tan clara los puntos de apoyo del dinero -dólar y oro- son muy evidentes y dado que nadie apuesta por una rápida recuperación, la mayoría aguanta el trago con altísimas despreciaciones aunque cantadas con la antelación de varias horas. Ayer no se produjo una caída de las bolsas causada por factores intrínsecos al funcionamiento de los mercados porque en términos de tiempo real la madrugada de los carros blindados en Moscú había marcado el inicio auténtico de las sesiones y los mercados no hicieron sinó reflejar el trasvase monumental de la inversión disponible hacia los refugios; básicamente los mercados de divisas y los centros de contratación de metales preciosos en plazas como Zurich.Desde el primer momento el dinero emprendía una huída desesperada hacia los metales y en Barcelona a pesar de la caída de 23,26 puntos en ningún momento se cuestionó la suspensión cautelar de las cotizaciones ni la elevación del tipo máximo de variación (20%) previsto por la ley. Más de la mitad de los títulos llegaron a abrir.

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