"Caramelo, sargento"

Los niños kurdos juegan a la guerra y hacen amistades con los 'paracas'

CHARO NOGUEIRA ENVIADA ESPECIAL, Alternan el "hello, míster" con el "hola". Son los niños kurdos que han tomado al asalto la puerta de la base española en Zajo (Irak). Los pequeños - entre dos y diez años- llegan con el alba y no se van hasta después del ocaso. Los paracas de guardia se sienten como si fueran Unicef. Se distraen con los chavales desarrapados y les dan agua, golosinas, latas. Alguna vez ponen paz en sus peleas. Por su parte, los niños mejoran el español de día en día. "Caramelo, sargento", es su último avance.

Marok va de jefe de la banda. No ha cumplido los diez años, p...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

CHARO NOGUEIRA ENVIADA ESPECIAL, Alternan el "hello, míster" con el "hola". Son los niños kurdos que han tomado al asalto la puerta de la base española en Zajo (Irak). Los pequeños - entre dos y diez años- llegan con el alba y no se van hasta después del ocaso. Los paracas de guardia se sienten como si fueran Unicef. Se distraen con los chavales desarrapados y les dan agua, golosinas, latas. Alguna vez ponen paz en sus peleas. Por su parte, los niños mejoran el español de día en día. "Caramelo, sargento", es su último avance.

Marok va de jefe de la banda. No ha cumplido los diez años, pero ya pide cigarrillos. No son para su padre, precisamente. Aunque raramente se los dan, él no se recata en sacar su propio paquete y ofrecer.Yusef, Hassan y Fersat juegan con una bicicleta que conoció tiempos mejores. La cadena está fuera de su sitio y de la rueda de atrás sólo queda el esqueleto. No importa si en lugar de dar pedales hay que empujar con los pies. Con todo, el rubio Zaru es el favorito de los paracaidistas. Tiene cuatro o cinco años y es un tímido travieso. Se suele juntar con Kamol, todavía más pequeño y gran aficionado a jugar con un bastón. Las niñas son minoría, desde bien pequeñas ayudan en casa. Al atardecer, la puerta de la base vive su hora punta como guardería. A veces hay más de 30 niños dando guerra. En las horas de más sol, algunos pequeños se refugian bajo una lona. Tal vez jueguen a estar, como antes, en las montañas.

Carreras peligrosas

Los pequeños del barrio de los paracaidistas no tienen la afición de sus vecinos de la carretera a lanzarse hacia los convoyes militares para vender máscaras de gas o en busca de que algún soldado les tire algo. Su carrera es peligrosa y, al menos en un caso, ha acabado en atropello. Un niño convalece en el hospital de Zajo con la dos piernas rotas.

Como reclamo, agitan bolsas vacías de raciones americanas. Saludan a los viajeros, a veces con un par de granadas en las manos, El conductor se baja entonces aterrorizado y trata de advertir al niño del peligro: el crío se ríe abiertamente: éI ya ha descubierto que las granadas de mano no tienen espoleta.

Otros juegan a poner controles, igual que hacen los soldados. Para ello ponen un cable sobre la carretera. Los niños de Zajo, que han vivido la guerra y la huida a las montañas, disfrutan ahora con una posguerra llena de soldados que van y vienen continuamente. Ni siquiera se inmutan cuando un helicóptero vuela cerca. Sonríen a pesar del desastre que les circunda. En la calle ven una película bélica en vivo y en directo. Además, se pueden acercar a los protagonistas.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Archivado En