LA BATALLA POR EL PODER LOCAL

Con el 'ciego' a cuestas

Los heroinómanos se drogan en las calles pese a bandos y promesas

Si el lazarillo de Tormes viviera ahora y fuese yonqui (heroinómano), para buscarse la vida tendría que pasearse por La Línea de la Concepción (Cádiz) y, de la mano de El Demonio (23 años), La Loba (40), El Indio (34), El Mangante, El Chupa o cualquiera de sus colegas, tomar lecciones aceleradas de picaresca y otras artes alucinatorias. A ninguno de ellos le suena extraña la cárcel, y cualquiera podría, a modo de introducción, presentarle a Francis (Francisco Aranzana Sánchez, casado y con dos hijos) y decirle cómo tiene que clavarle un pico (dosis de heroína) en el cuello, que es el único sit...

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Si el lazarillo de Tormes viviera ahora y fuese yonqui (heroinómano), para buscarse la vida tendría que pasearse por La Línea de la Concepción (Cádiz) y, de la mano de El Demonio (23 años), La Loba (40), El Indio (34), El Mangante, El Chupa o cualquiera de sus colegas, tomar lecciones aceleradas de picaresca y otras artes alucinatorias. A ninguno de ellos le suena extraña la cárcel, y cualquiera podría, a modo de introducción, presentarle a Francis (Francisco Aranzana Sánchez, casado y con dos hijos) y decirle cómo tiene que clavarle un pico (dosis de heroína) en el cuello, que es el único sitio donde la sangre de Francis resiste. Seguro que en la campaña electoral los líderes de los partidos políticos hablan de estos personajes.

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Muy cerca del Ayuntamiento, en los bancos del paseo de Fariña, El Demonio le explicaría que el sendero de la droga en La Línea viene marcado por dos barrios: la Atunara -predomina el hachís del bueno- y los Junquillos -droga dura y a veces pura- El Demonio le diría que los Junquillos es como una fortaleza y que él es quien da el agua (aviso) a los traficantes cuando viene la policía. A cambio recibe tres papelinas diarias. En ese barrio Francis sirla (atraca) a los que se adentran en busca de droga. Sus métodos no tienen tan buena imagen como los de El Chupa pero le dan resultado.A El Chupa hay quien lo ha visto con una hoja de la revista Pronto donde aparecía una mujer enorme con tetas desorbitantes, explicándole a los visitantes del peñón de Gibraltar que ésa es su hermana y que necesita dinero para operarla de los pechos. Así, y haciéndose el mudo, El Chupa se ha metido por las venas todo lo que ha querido.

La visión cambia un poco si se habla de la Encarna, la del Pestaña (cuatro hijos: uno murió hace un mes, otro está enganchado, otro con el sida y otro es traficante), o de Juan Navas, Hortensia Morales o Micaela Pérez, todos miembros de la coordinadora Despierta, y todos con hijos enganchados. Hortensia Morales Atienza vive, por expreso consejo del psiquiatra, con su nuera y un hijo en el barrio de la Atunara, separada de su marido y de sus hijos solteros. El psiquiatra le dijo que ella y su hijo Alfonso eran incompatibles. Alfonso tiene 34 años y lleva 10 con la heroína. Su hermano Jesús quiso seguirle los pasos. De los 10 hijos de Hortensia, Manolo era el único en el que ella encontraba consuelo. Cuando, en octubre, se lo encontró en su casa con una aguja clavada en el brazo, Hortensia perdió la voz durante 15 días.

Problemas de familia

La jugada se completó poco tiempo después cuando Alfonso le puso a Hortensia una jeringa junto al brazo para que le diera dinero. "Mi marido quiso echarlo entonces a la calle, pero yo le dije que si lo hacía me iba de casa. Así que Alfonso vive en los Junquillos con dos hermanos y con su padre, y yo vivo aquí en la Atunara con mi nuera".

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Un día Hortensia cogió un cuchillo para matarse y otro día lo cogió para matar a los tres hijos enganchados. Desde entonces, Hortensia ha perdido 27 kilos y le han salido dos tumores. Ahora llama todos los días -"para que vea que no lo abandono"- a Alfonso, que se mete un pico a diario. Ella le cuenta por teléfono que tiene todo listo para que ingrese en otro centro de desintoxicación (y van cinco), que ha pedido 10.000 pesetas prestadas para comprarle ropa y "que esta noche se la manda con la Dori" (hermana de Alfonso). Sin embargo, la Dori, como el resto de las hermanas, también teme ir por casa, aunque sea para lavarles la ropa. "Alfonso nos manda a que le pidamos dinero al tendero o a los vecinos, dice que él así no puede vivir, y es que te convence y terminas como una tonta pidiéndole dinero a la gente".

Alfonso asegura que en su casa no puede desintoxicarse, porque a menos de tres minutos tiene siete lugares donde comprar droga. Puede ir, por ejemplo, a la casa de la Rubia, la de los Poetas, a El Chato, a El Gordo, a La Nena, o esperar que llegue El Francés al barrio, uno de los traficantes mejor instalados. "Me chuto (inyecto) aquí en casa, en el lavabo, y sé que como no me desenganche me voy a cargar a mi madre". Mientras Alfonso habla, José Heredia Cortés, de 16 años, un amigo de la familia, asiente. Heredia se enganchó hace un año con 500.000 pesetas de heroína que se compró la primera semana. "Le cogí gusto", asegura. Esta semana ha salido de la cárcel por atraco frustrado. Ahora dice que está bien y, de momento, no quiere ir a ningún centro, aunque cuando salió del talego se metió tres picos".

Pero el Lazarillo debería continuar impasible con sus lecciones aceleradas. Tiene que conocer la calle de Gibraltar, que es la de las putas, para encontrarse a La Loba. Ella es Miguel Lobo, un travesti de 40 años que prefiere mil veces la heroína a los hombres. La Loba, fuerte y teñida de rubia, también ha pagado mucho talego y goza de una merecida fama como carterista y cupletista. La calle de Gibraltar es la misma que tanto frecuentaba Fernando Rosado Ruiz, que salió hace un mes de la cárcel. Fernando vivía con lo que le daba Cristina, una prostituta alcohólica. "Si hay algo peor que ser yonqui, es serlo y que te mantenga una puta"', dice Fernando. Así que ahora echa mano de los ocho años que estuvo en Londres de emigrante y se apresta como intérprete a buscarle heroína y putas a todos los ingleses que bajan del Peñón a La Línea. "Les busco buena droga, putas sin el sida, y me lo agradecen".

Si cae la noche, entra en función Pedro Rafael Jarque Rivera, El Indio, un varilla de pelo largo, con sombrero y corbata negra. De todos los yonquis de La Línea, unos 30 se ganan la vida indicándoles con una vara a los automovilista dónde pueden aparcar. El Indio no tendría reparo en compartir con alguien su habitación en La Ruina, una corrala cochambrosa donde duermen entre cascotes, mierda y cuajarones de sangre 12 personas. De allí, el presidente de la coordinadora regional antidroga, José Charnizo, ha tenido que llevar a un hospital a más de un sidoso. "Los habían echado sus familias de casa y estaban tirados como leprosos de la Edad Media", explica Chamizo. Todos ellos piden que se legalice la droga y que se dote al pueblo de más centros de prevención. El alcalde socialista de la localidad, Salvador Jorge Pagán, se opone a la legalización, y prefiere invertir prevencion y represion.

Pagán asegura que los 2.000 toxicómanos que contabiliza la coordinadora en un pueblo donde viven unas 80.000 personas es una cifra que no se ajusta a la realidad. "No hay más drogadictos que los que puede haber en cualquier barrio marginal de Sevilla", asegura. Cree que la fama "inmerecida" de pueblo estrangulado por la droga que tiene La Línea perjudica notablemente las inversiones turísticas que puedan llegar de fuera.

Pagán afirma también que la tasa de delincuencia va en descenso, y da tres razones: la eficacia policial, el hecho de que los ciudadarios no denuncien en comisaría, y los ingresos que le llegan a los yonquis de la enorme economia sumergida que hay en el pueblo. Las últimas cifras de que dispone el gobernador civil de Cádiz, Plácido Conde, registran un total de 123 delitos denunciados en el pasado mes de febrero, de los cuales 108 fueron contra la propiedad. Esta misma semana, la policía detuvo a un toxicómano que había robado casi tres millones de pesetas en una oficina bancaria del pueblo. No obstante, la mayoría de los 70 taxistas del pueblo jamás fueron atracados.

Palos y cadenas

Los conductores de autobuses que recorren el Campo de Gibraltar tampoco se ven afectados por el consumo de droga, como ocurriera hasta hace poco con los empleados de la línea de autobuses 131, en Madrid, que pasa por varios poblados chabolistas de alto consumo y venta de droga. Los conductores de la 131 llegaron a armarse de palos y cadenas para defenderse de los yonquis.

Para el próximo viernes, los vecinos de La Línea agrupados bajo el nombre de Coordinadora Despierta han organizado una manifestación contra la droga. Sin embargo, en La Línea nunca se alcanzó la tensión que padeció el barrio de las Fronteras a finales del año pasado, en Torrejón de Ardoz (Madrid), cuando una treintena de vecinos organizó patrullas nocturnas para "pararles los pies a los drogados". Un mes antes de patrullar, los vecinos habían entregado un documento a la entonces delegada del Gobierno, Aria Tutor, con el domicilio y los nombres y apellidos de

Pasa a la página siguientelos camellos más importantes del barrio. El documento estaba avalado por 208 firmas, pero los vecinos aseguraban que no sirvió para nada, -como no sirvieron", decían los vecinos, "las patrullas de la policía por la zona sin que haya detenciones". Las patrullas se retiraron ante la promesa de incrementos policiales.

Bandos y multas

En La Línea existe un bando que multa con 15.000 pesetas a todo el que consuma droga en lugares públicos y que sólo se ha empleado en 20 ocasiones. El dato contrasta cor las 1.374 sanciones que se han impuesto en Valencia desde que se implantase el bando contra el consumo en lugares públicos. Aunque el, bando penaliza el consumo, de "cualquier tipo de droga" Y en cualquier lugar de uso pblico, la realidad es que sólo se ha sancionado a yonquis que se inyectaban en lugares públicos, según reconoce el concejal socialista de Protección Ciudadana, José Cabrera. "Nuestro interés no iba tanto contra los porros, sino contra los que tiran las jeringas en la calle. Aparte de eso, es muy difícil ir mirando quién fuma un porro y quién no o entrar en un local para detener a un heroinómano, porque el bullicio que se provocaría sería peor que la posible sanción individual".

Sin embargo, el portavoz de Unión Valenciana, Vicente González Lizondo, afirma que el bando hay que hacerlo efectivo en su totalidad, porque, según afirma, "en Valencia hay 200.000 ciudadanos dispuestos a denunciar cómo, cuándo, cómo y de qué forma se droga la gente. Si el concejal no los sanciona, es que no tiene ni zorra idea".

La portavoz municipal de IU, Carmen Arjorta, que votó a favor del bande, "para demostrar su incongruencia y su ineficacia", está arrepentida. "Creo que nos faltó valor en su momento para votar en contra, y si sale Lizondo de alcalde, el bando puede ser algo terrorífico".

El concejal del PP Martín Quirós asegura que su partido ha sido el primero en oponerse a la permisividad de la droga, "frente a las famosa frase de Tierno Galván cuando en el Palacio de los Deportes dijo aquello de 'colgaros, tíos'. [La frase a la que se refería el concejal se produjo en un acto que tuvo lugar en el Palacio de Deportes, cuando el ex alcalde de Madrid ya fallecido se dirigió al público que se encontraba de pie en las gradas, y, consciente del doble sentido, exclamó: "A colocarse todos".]

El Gobierno ha elaborado un anteproyecto de ley en el que se prevé una penalización de hasta 50.000 pesetas para los que consuman droga en público. El anteproyecto, que podría entrar en vigor dentro de un año, ha calentado el debate sobre drogas, en plena campaña electoral.

Sin embargo, el concejal José Cabrera asegura que el dinero, las 25.000 pesetas, no es lo que ha surtido más efecto entre los yonquis. "Ha sido más bien el hecho de que tomáramos sus datos personales, porque han comenzado a llegar muchos diciendo que querían modificar la filiación del domicilio sin aportar una razón corivincente. "El temor a que se entere la familia parece ser lo que más miedo les infunde", concluye Cabrera.

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