Tribuna:

El nuevo regionalismo

Para el autor, político que propugna un regionalismo en la Comunidad de Madrid que se cimenta sobre realidades de signo económico, social o demográfico, hay que defender los intereses de Madrid en su doble proyección de región y de capital. E insiste que el regionalismo madrileño no sólo es posible, sino necesario.

La comprensión de lo que se ha dado en llamar el "fenómeno regional" requiere una aproximación desde posiciones despojadas de prejuicios y revestidas de objetividad y equilibrio. Lamentablemente no sucede así; por ello, vemos cómo con frecuencia se produce un peligroso desenf...

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Para el autor, político que propugna un regionalismo en la Comunidad de Madrid que se cimenta sobre realidades de signo económico, social o demográfico, hay que defender los intereses de Madrid en su doble proyección de región y de capital. E insiste que el regionalismo madrileño no sólo es posible, sino necesario.

La comprensión de lo que se ha dado en llamar el "fenómeno regional" requiere una aproximación desde posiciones despojadas de prejuicios y revestidas de objetividad y equilibrio. Lamentablemente no sucede así; por ello, vemos cómo con frecuencia se produce un peligroso desenfoque del tema debido al predominio de unas concepciones y planteamientos que nosotros, como regionalistas, no podemos compartir.Hoy la doctrina coincide en que cabe hablar de dos clases de regionalismo. Está, por una parte, el regionalismo que se denomina tradicional o histórico, justificado en las peculiaridades y singularidades lingüísticas, culturales, geográficas, incluso étnicas, de determinadas áreas territoriales que, en base a dichos rasgos, reclaman un tratamiento diferenciado en el plano político y administrativo. Y está el nuevo regionalismo que se cimenta sobre realidades objetivas de signo económico, social, industrial, demográfico, etcétera; y que, en virtud de su propio dinamismo, son capaces de generar las condiciones para que aparezca el hecho regionalista.

En nuestro tiempo, ambos tipos de regionalismo son válidos y posibles. Se equivocan los que defienden tesis exclusivistas en favor del regionalismo tradicional ya que permanecen ciegos a los cambios que experimenta la realidad; y gracias a los cuales contemplamos cómo el nuevo regionalismo se consolida en Europa y va abriéndose camino con fuerza inusitada y difícil de detener.

Madrid como ejemplo

Nosotros venimos defendiendo, contra tirios y troyanos, el regionalismo madrileño. Afortunadamente no estamos solos en este empeño ya que, curiosamente, la doctrina española más avanzada y consolidada marcha en la misma dirección. Las siguientes palabras del profesor García de Enterría expresan un punto de vista cada vez más consistente: "Ha sido un error frecuente entre nosotros el intentar explicar el nervio de la autonomía territorial sobre los criterios historico-nacionalistas, según el modelo puesto en circulación por el nacionalismo catalán y vasco", afirma el administrativista para el que, si bien es cierto que la Comunidad Autónoma madrileña es "quizá la que exhibe un cortejo de títulos de menor entidad", ello no quiere decir que "pueda invocar en su favor menos razones objetivas".

Estas razones objetivas son precisamente las que sirven al PRIM para abanderar el regionalismo madrileño y defender, desde nuestra ideología, los intereses de Madrid en su doble proyección de región y de capital. Algunos datos respaldan lo que acabamos de decir. La región madrileña es una gran área espacial formada por la capital y los núcleos urbanos que la rodean, formando lo que se ha dado en llamar la corona metropolitana. A 1 de julio de 1989, la comunidad contaba con 4.956.593 habitantes, lo que supone nada menos que el 12,45% de la población española, y la capital, en la misma fecha, tenía 3.108.430 habitantes. Nuestra comunidad aparece configurada como un gran escenario económico, en el que se desarrolla un sector industrial de extraordinaria importancia y en el que crece y se expansiona un sector terciario cada día más tecnificado y avanzado. Y, cara a la proyección internacional de España, Madrid se nos presenta como una ciudad global en cuanto está en condiciones de convertirse en uno de los núcleos principales del mundo.

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Depurar y enraizar

Los rasgos acabados de exponer demuestran que la región madrileña es algo que no se sostiene en el vacio, sino que se fundamenta en realidades objetivas y tangibles de fácil verificación. Madrid es una región más en el marco autonómico español y de los madrileños depende el que nuestro regionalismo se vaya depurando y enraizando en nuestras conciencias. Porque si valor tienen, y nadie lo discute, el historicismo y el tradicionalismo a la hora de identificar las regiones, también. lo tienen y cada vez con más claridad, las vinculaciones e interrelaciones económicas, poblacionales, industriales, sociales, culturales y naturales.

En el momento actual que atraviesa Europa, con la cada vez más cercana puesta en funcionamiento del mercado único europeo, con la creciente inserción de las regiones en los foros internacionales, no es lo más adecuado que sigamos pensando que Madrid es tan sólo un conglomerado artificial de personas, organismos e instituciones. Quienes así piensan contribuirán, con su pasividad, a dar la razón al ex ministro Clavero Arévalo cuando escribe que 1a autonomía de Madrid ha resultado como un fenómeno residual que en absoluto ha hecho vibrar a los madrileños", añadiendo que la autonomía de Madrid "hace pensar en lo atípico de la misma, en la falta de identidad del pueblo de Madrid que, en gran parte, no ha nacido en la capital".

Nosotros discrepamos profundamente de estas afirmaciones, ya que creemos que el regionalismo madrileño no sólo es posible, sino necesaric. Los condicionamientos objetivos y pragmáticos son tan evidentes que conducen a la aceptación del fenómeno regionalista en nuestra comunidad. Hora es de descartar 'los viejos y caducos tópicos dirigidos a mantener una concepción folclórica, ambigua y desconcertada de la realidad que sólo contribuye a tergiversar los hechos y a irresponsabilizar a los madrileños de sus compromisos políticos, ideológicos y sociales.

Madrid es o, si se quiere mejor, debe ser una región en el sentido moderno y actual de la palabra. Nos falta incrementar nuestra conciencia regional, interiorizando los problemas y aspiraciones de la comunidad en la que vivimos. El PRIM está dispuesto a asumir esta tarea, tan notable como imprescindible, codo a codo con todas las fuerzas políticas que, como nosotros, apuestan por un regionalismo renovado y progresista con el que, lógicamente, no son compatibles ni los tópicos ni las medias verdades; y con el que tampoco puede comulgar ese madrileñismo de fachada que, en ocasiones, ha dominado entre nosotros.

Nicolás Piñeiro es presidente del Partido Regionalista Independiente Madrileño (PRIM).

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