Tribuna:

Catalanes

La apelación de catalanizar el Gobierno de España puede ser el simple resultado de un juego de coincidencias o el calculado inicio de una operación de acoso a Jordi Pujol con vistas a las futuras elecciones autonómicas. En otro tiempo, una tríada gubernamental catalana compuesta por los señores Serra, Lluch y Majó apenas si hizo cosquillas a Convergència i Unió, entre otras cosas por la brevedad de chip que tuvo el paso ministerial de Majó y la relajada inutilidad del ejercicio ministerial de Ernest Lluch, uno de los ministros más fácilmente olv'dables de toda la historia de la sanidad ...

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La apelación de catalanizar el Gobierno de España puede ser el simple resultado de un juego de coincidencias o el calculado inicio de una operación de acoso a Jordi Pujol con vistas a las futuras elecciones autonómicas. En otro tiempo, una tríada gubernamental catalana compuesta por los señores Serra, Lluch y Majó apenas si hizo cosquillas a Convergència i Unió, entre otras cosas por la brevedad de chip que tuvo el paso ministerial de Majó y la relajada inutilidad del ejercicio ministerial de Ernest Lluch, uno de los ministros más fácilmente olv'dables de toda la historia de la sanidad universal. En el conjunto de un complicado vendaje sanitano, la aportación de Lluch no llegó ni al tamaño de una tirita.Se espera mucho más de la tríada actual por cuanto reúne un peso político específico, especialmente Serra y Solé Tura, que han actuado en Cataluña como arietes críticos del pujolismo desde el calculadísimo gradualismo que exhibe Serra en todas sus acciones y desde la vehemencia que Jordi Solé emplea casi exclusivamente en sus pugnas con el pujolismo. Se trata de un movimiento de piezas que forzarán a Convergència i Unió o a una guerra abierta en la que Roca Junyent no sabrá dónde meterse o a un pacto que sin duda negociaría el propio Roca entre masticaciones de jaculatorias non sanctas en boca de Jordi Pujol. He aquí uno de los forcejeos políticos más interesantes de los próximos meses, que pasan por la piedra de toque de la batalla por el Ayuntamiento de Barcelona. Los tres ministros catalanes pueden ser utilizados como misiles propagandísticos, no tanto para reforzar a un Maragall que parece seguro de sus fuerzas como para lanzar un aviso preelectoral autonómico. Si no es así, es que pacto habemus, y a esperar todos los prodigios de 1992 y los balances críticos de 1993, en el caso de que hayamos conseguido sobrevivir a tanta gozada.

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