El maestro que asesinó a su ex mujer grabó en una cinta: "La pienso matar, y la voy a matar"

"Haz los deberes, compórtate bien en clase, respeta a tus profesores y ven a verme porque cuando seas mayor comprenderás que lo que he hecho lo hice por tu bien". Es uno de los consejos que Mauricio Triguero Triguero, de 50 años, dejó grabados en una cinta dirigida a su hijo Héctor, de nueve años. En otra casete anuncia con voz firme: "La pienso matar, y la voy a matar". Mauricio entró el pasado jueves en el aula del colegio Ciudad de Valencia, donde impartía clase su ex mujer, María Esteban Muñoz, de 46 años, y la apuñaló 19 veces ante la mirada atónita de sus 24 alumnos de primero de EGB....

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"Haz los deberes, compórtate bien en clase, respeta a tus profesores y ven a verme porque cuando seas mayor comprenderás que lo que he hecho lo hice por tu bien". Es uno de los consejos que Mauricio Triguero Triguero, de 50 años, dejó grabados en una cinta dirigida a su hijo Héctor, de nueve años. En otra casete anuncia con voz firme: "La pienso matar, y la voy a matar". Mauricio entró el pasado jueves en el aula del colegio Ciudad de Valencia, donde impartía clase su ex mujer, María Esteban Muñoz, de 46 años, y la apuñaló 19 veces ante la mirada atónita de sus 24 alumnos de primero de EGB.

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Mauricio Triguero, profesor del colegio público Ciudad de Valencia, en la urbanización madrileña de Santa Eugenia, entró sobre las tres de la tarde del pasado jueves en la clase donde se hallaba su ex mujer. Con parsimonia, con una serenidad de hielo, cerró con llave la puerta del aula. Caminó hacia María e intercambió con ella unas breves palabras.A continuación, cuando ella intentó olvidarse de su presencia y proseguir con la lección, Mauricio blandió en su mano un puñal de 15 centímetros de longitud y dos de anchura, con el que le asestó una primera puñalada en la espalda. Y después Otra, y otra, y otra...

Ante los Ojos aterrorizados de los 24 alumnos -algunos no habían ido a la escuela por estar con varicela- la señorita María cayó al suelo, junto a la pizarra, Tras las 19 cuchilladas recibidas -varias de ellas mortales de necesidad, según el forense-, la mujer se desangró internamente. No llegó a formarse charco de sangre. Quizá por eso los chiquillos pensaron que Mauricio había golpeado con un paraguas a su ex mujer, natural de Riba de Santiuste (Guadalajara).

El homicida dejó el arma clavada hasta la empuñadura en el pecho derecho de la víctima. Sin fijarse en el espanto de los escolares, abrió la puerta de la clase y salió aparentemente con absoluta tranquilidad. "Ya todo ha terminado", le oyó decir la profesora María Soledad Pena Trapero cuando se cruzó con él en un pasillo.

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Alma atormentada

El agresor telefoneó al 091 y seguidamente subió a su automóvil Renault 18, en el que se trasladó a la comisaría de Entrevías, sita en la plaza de las Regiones. "He hecho lo que tenía que haber hecho hace mucho tiempo", le dijo al policía que estaba de guardia. Desde allí fue trasladado al Grupo Quinto de Homicidios el.e la Brigada Judicial, en el viejo caserón de la Puerta del Sol, cionde confesó su acción.

No hacía falta que Mauricio reconociera su crimen: en el despacho del director del éolegio, dentro de un sobre de los que se utilizan para la declaración de la renta, había dejado tres cintas magnetofónicas para el claustro de profesores, el juez y su hijo Héctor. En total, nueve horas de grabación en las que desahoga su alma convulsa y atormentada.

En la casete, de la marca TDK, dirigida a sus compañeros del claustro de profesores, Mauricio Triguero les pide perdón y les explica el largo rosario de problemas que tenía para estar con su hijo Héctor. "Sólo le veo por los pasillos del coleglo. Y él mismo me ha explicado lo que ocurre: 'Mamá me ha dicho que no hable contigo", relata en la grabación. En otro momento grita con rotundidad, como dándos ánimos a sí mismo: "La pienso matar y la voy a matar".

La grabación destinada al juez es un relato en el que el homicida se lamenta clel funcionamiento de los juzgados de familia y desgrana sus innumerables quejas por la inutilidad de las denuncias que él había interpuesto contra María por no permitirle ver a su hijo.

Confesión monocorde

La casete dedicada a su hijo Héctor, de la marca Kamikaze, contiene una larga confesión en tono monocorde, en la que no se oye ningún ruido extraño. Posiblemente la grabó en la soledad de su domicilio de la avenida de Andalucía, en la localidad madrileña de Valdemoro, donde vivía desde que hace tres años se separó de su mujer.

En ocasiones, sin embargo, el profesor llega a alzar su voz hasta gritar, como cuando le dice al niño: "Haz los deberes, compórtate bien en clase, respeta a los profesores y ven a verme porque cuando seas mayor comprenderás que lo que he hecho lo hice por tu bien".

También relata los sufrimientos que ha tenido porque María no le dejaba verle. "Sobre todo cuando me llegó a decir que no eras hijo mío", explica al pequeño.

El joven Héctor, que ha quedado bajo la custodia de sus tías carnales Dionisla y Ascensión Esteban Muñoz, posiblemente no llegará jamás a comprender la sangrienta acción de su padre.

"Mauricio parece un hombre bastante desequilibrado. Pero el jueves estaba relajado, como si se hubiera quitado un gran peso de encima", recuerda uno de los agentes que participó en las investigaciones.

El profesor asesino tenía todo tan fríamente calculado que incluso había guardado en el portaequipajes de su coche una maleta con la vestimenta que debía llevar consigo a la cárcel. Ni siquiera se inmutó cuando alguien reparó en que tenía el abrigo manchado por la sangre de su ex mujer: "No importa, tengo más ropa en una maleta" dentro del coche", dijo. Posiblemente tampoco se alteró cuando la juez de Instrucción número 41 decretó su ingreso en prisión.

El crimen causa escalofríos por la increíble frialdad con que el homicida planeó solucionar los problemas que tenía con su ex esposa. "Es algo que muy posiblemente llevaba rumiando durante meses", comenta un policía.

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