Tribuna:

Agazapados

Esperan agazapados el día de la victoria. Sumarán, restarán, multiplicarán, dividirán y sacarán un balance positivo, doloroso pero positivo.' Inevitable. El censo de muerte será manipulado como se manipulan las cifras del paro o los índices de la subida de precios. Enmudecidos los cañones, en reposo los B-52, alineados como supositorios los misiles más diversos, volverán a hinchar el pecho y a decirnos que gracias a ellos nos hemos salvado. Gracias a que ellos se han ensuciado las manos cargando bombas en los B-52 y legitimando al ejército de la razón, nosotros podremos seguir pagando el litro...

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Esperan agazapados el día de la victoria. Sumarán, restarán, multiplicarán, dividirán y sacarán un balance positivo, doloroso pero positivo.' Inevitable. El censo de muerte será manipulado como se manipulan las cifras del paro o los índices de la subida de precios. Enmudecidos los cañones, en reposo los B-52, alineados como supositorios los misiles más diversos, volverán a hinchar el pecho y a decirnos que gracias a ellos nos hemos salvado. Gracias a que ellos se han ensuciado las manos cargando bombas en los B-52 y legitimando al ejército de la razón, nosotros podremos seguir pagando el litro de gasolina a un precio razonable. No se contentarán entonces con acusarnos de fortalecer a Sadam Husein al tratar de combatir la guerra como solución, sino que tratarán de hacernos aparecer como locos irresponsables que no quisimos ir a la guerra o como reticentes y resentidos animales hipercríticos y desestabilizadores.Han callado hasta ahora. Les salpicala sangre y sólo los más bocazas o los más obvios ni han quitado ni puesto rey, pero han ayudado a su señor. Están un tanto ensordecidos por las explosiones, culpabilizados ante la muerte en la que colaboran, desnudos de otra argumentación que no sea el silogismo que une a Sadam con los B-52 a través de Pérez de Cuéllar. Han enterrado pasados pero aún recientes análisis sobre el imperialismo: prólogos de Althusser o de Grarrisci, programas 2000 y programas 2002. Ni se atreven a decir claramente que esta muerte es necesaria. Para ellos es lamentable. Nunca condenable. Y desearían que fuéramos sus cómplices, por eso les irrita que les dejemos con el culo al aire y hagamos paráfrasis de antiguos eslóganes: La muerte para quien la trabaja. La muerte para quien cobija a los B-52. Pero saldrán de sus escondrijos el día de la victoria, aunque no podrán tener otro discurso que el de los vencedores de un ajuste de cuentas entre gánsteres.

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