Pupitres vacíos

"Sólo sabemos que está en el hospital. Nos vamos a Francia". José Ballester acelera su coche. No piensa esperar a que se organice el viaje para los padres de los alumnos accidentados del Liceo Francés. José Ballester, como otros muchos, ha luchado durante horas con la incertidumbre. Alertados por las noticias de radio -el colegio no pudo contactar con todas las familias-, los padres comenzaron a llegar al centro escolar, ubicado en el Parque Conde de Orgaz, sobre las once de la mañana."¡Díganmelo?, ustedes saben quiénes son las víctimas y no me lo quieren decir por humanidad". La madre de Anto...

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"Sólo sabemos que está en el hospital. Nos vamos a Francia". José Ballester acelera su coche. No piensa esperar a que se organice el viaje para los padres de los alumnos accidentados del Liceo Francés. José Ballester, como otros muchos, ha luchado durante horas con la incertidumbre. Alertados por las noticias de radio -el colegio no pudo contactar con todas las familias-, los padres comenzaron a llegar al centro escolar, ubicado en el Parque Conde de Orgaz, sobre las once de la mañana."¡Díganmelo?, ustedes saben quiénes son las víctimas y no me lo quieren decir por humanidad". La madre de Antonio Campillo busca en los periodistas la información que no encuentra en el colegio. El primer dato en conocerse es la clase que viajaba en el autobús accidentado: Septième H, niños de 10 y 12 años que cursan el equivalente a quinto o sexto de EGB.

Más información

Sobre las 13.30 se hace pública la relación de víctimas. La noticia ha corrido como la pólvora por las aulas. Dos niñas salen llorando: en su clase quedan cuatro pupitres vacíos.

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