Los corresponsales aceptan la censura y asumen la jerga militar

Sólo algunos populares culebrones han resistido el feroz empuje de los informativos de la televisión británica en los primeros días de la guerra del Golfo. Tras el inicial ataque de la noche del miércoles -ofrecido por la BBC y la comercial ITN en conexión con la CNN-, la televisión británica ha estado a la altura que se le supone en cuestiones informativas y ha brindado a los telespectadores noticias, comentarios y análisis sin cuento desde Londres, Estados Unidos y el resto de los puntos neurálgicos de la zona en conflicto.Hubo que esperar al fin de semana para ver a la program...

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Sólo algunos populares culebrones han resistido el feroz empuje de los informativos de la televisión británica en los primeros días de la guerra del Golfo. Tras el inicial ataque de la noche del miércoles -ofrecido por la BBC y la comercial ITN en conexión con la CNN-, la televisión británica ha estado a la altura que se le supone en cuestiones informativas y ha brindado a los telespectadores noticias, comentarios y análisis sin cuento desde Londres, Estados Unidos y el resto de los puntos neurálgicos de la zona en conflicto.Hubo que esperar al fin de semana para ver a la programación habitual recuperar parte de su pulso, tras dos días ocupados en su práctica totalidad por una frenética cobertura de la guerra que llevaba a los telespecatores sin parar y en directo de Bagdad a Washington, de Riad a Londres y de Tel Aviv a Dahran. La BBC dice estar alquilando 56 satélites diarios para satisfacer las necesidades de esta programación de emergencia, una cantidad sin precedentes.

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Juego a los militares

Los informativos habituales han sido alargados y cada uno de ellos está precedido y sucedido por horas y horas de información coordinada desde los estudios en Londres.

Los periodistas que hablan desde el Golfo han tenido que aceptar los controles de las autoridades militares, y así lo hacen notar, en particular los destacados con las fuerzas británicas dispuestas para la acción, sometidos a una férrea censura. Ello ha irritado a algunos de sus colegas en Londres. El conocido corresponsal. de guerra John Pilger critica que se haga el juego a los militares y hace notar cómo algunos han asumido la jerga castrense en sus informativos, en los que aparecen embutidos en uniformes de campaña. Pilger también cuestiona el valor informativo de algunos expertos y uno de ellos le dio la razón el sábado al reconocer, con una sonrisa, que hay en marcha una guerra de información y otra de desinformación.

Los enviados a Bagdad no tuvieron dificultades en burlar la censura iraquí en las primeras horas de la guerra y transmitieron vívidas y valiosas informaciones hasta que sus censores les estrecharon el cerco por completo y les pusieron en la frontera con Jordania.

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