Editorial:

Los límites de la ciencia

HEINRICH ROHRER, premio Nobel de Física en 1986, opinaba en el suplemento extraordinario de este periódico, con ocasión de la aparición de su ejemplar número 5.000, que no pueden ponerse límites al conocimiento científico. La curiosidad por comprenderlos fenómenos de la naturaleza, base y fundamento de la investigación científica, no los tiene, y tampoco es posible ni conveniente acotar áreas que deban permanecer voluntariamente cerradas a nuestro afán de conocer.Otra cosa son, por supuesto, las aplicaciones de esos conocimientos, que deben estar sometidas al más estrecho control social y a un...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

HEINRICH ROHRER, premio Nobel de Física en 1986, opinaba en el suplemento extraordinario de este periódico, con ocasión de la aparición de su ejemplar número 5.000, que no pueden ponerse límites al conocimiento científico. La curiosidad por comprenderlos fenómenos de la naturaleza, base y fundamento de la investigación científica, no los tiene, y tampoco es posible ni conveniente acotar áreas que deban permanecer voluntariamente cerradas a nuestro afán de conocer.Otra cosa son, por supuesto, las aplicaciones de esos conocimientos, que deben estar sometidas al más estrecho control social y a una serie de normas y prohibiciones que garanticen su buen uso. Hoy la ciencia influye muy directamente en la vida de los ciudadanos en forma de tecnologías que de ella se derivan, de fármacos, de programas energéticos 0 agrícolas, de recuperación medioambiental, etcétera, y también en otra forma, menos evidente, que es su contribución a formar una cierta visión del mundo y de la realidad.

La manipulación genética es probablemente el área en el que se han producido avances más recientes y espectaculares para la opinión pública no especializada que requieren una cierta reflexión y una regulación por sus evidentes repercusiones éticas y sociales. Así, el anuncio de que durante este año se procederá a analizar la información genética de embriones humanos de tan sólo tres días de vida es un nuevo paso en las posibilidades de conocer y eventualmente intervenir sobre los rasgos que han de configurar un ser humano en la fase más temprana de su formación. Es obvio que esas y otras posibilidades similares permitirán prevenir enfermedades derivadas de defectos genéticos ya presentes en esa fase, pero también es obvio que pueden imaginarse algunos otros usos menos irreprochables, más frívolos o peligrosos.

Es éste, pues, un ejemplo paradigmático de cómo conocimientos científicos básicos (los mecanismos moleculares de transmisión y realización de la herencia genética) dan lugar a toda una gama de aplicaciones sobre las que la sociedad debe ejercer su tutela. Y mucho nos tememos que la sociedad de hoy no esté suficientemente madura para afrontar este tipo de situaciones con naturalidad y con sensatez; lo cual es bastante normal, ya que los comportamientos, sociales arraigados en ella se han ido formando en épocas en que este tipo de problemas no existía.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

La constante divulgación científica y de sus posibles aplicaciones, la educación de los individuos, la crítica de normas y comportamientos irracionales basados en valores y principios difícilmente sostenibles hoy, la acción de los medios de comunicación y la incorporación definitiva de este tipo de preocupaciones a la labor de los juristas y legisladores contribuirán a que alcancemos esa madurez, necesaria en esta etapa que tan silenciosa como irreversiblemente está abriéndose.

Archivado En